Luciana Dalmagro

Asegura que no tiene noticias de una posible impugnación a su postulación como convencional por haber sido funcionario de un gobierno de facto. Y va más allá: cuenta que está escribiendo un libro en el que destaca las obras de la gestión del brigadier retirado Ricardo Favre. “Si ésa es la debilidad que me encuentran, no me voy a defender. Yo no fui golpista ni mucho menos”, asevera. Marciano Martínez, uno de los abogados más prestigiosos de la provincia, afirma que el trabajo es la razón por la cual lo convocan desde todos los sectores políticos. Revela que le hubiera gustado ser juez, pero jamás le ofrecieron un cargo. Además, repasa su rica vida política, comparte anécdotas sabrosas, evoca su trabajo como periodista y recuerda su infancia.

La cita es a las 11 de la mañana en el estudio jurídico ubicado sobre calle 25 de Mayo, frente al club Echagüe, pero el abogado no está. La sala de espera es cuadrada y luminosa, con cuatro sillas, cuatro plantas y una mesita de vidrio con ejemplares de Noticias y de revistas dominicales de los diarios. Minutos más tarde llamará por teléfono para explicar que está demorado por un problema en su casa, que llegará en una media hora. Casi a las 11.45 se abre la puerta y entra Marciano Martínez, 73 años, vestido con saco de paño oscuro, pantalón de invierno gris y barba crecida. Invita a pasar a su despacho y, sin hacerse problema por la demora, avisa que irá a afeitarse para las fotos. Regresa a los pocos minutos con el rostro liso. Cambió un pulóver de color chillón por un sobrio chaleco gris y en el cuello luce un pañuelo con arabescos. “Si no me arreglo, mi mujer me critica mucho. Y ustedes siempre publican una foto mía que es muy mala”, se excusa.

La espera da tiempo para observar la oficina. Es un ambiente sin luz natural, más largo que ancho, con su única ventana cerrada. En un sector hay un juego de living de pana rosada algo desvaída y una mesita ratona desde la que despiertan envidian un bello ajedrez de madera y un reloj de arena. Dos bibliotecas superpobladas ocupan buena parte de las paredes y en los huecos que quedan hay algunos buenos cuadros. En la otra punta el escritorio, la computadora, el título. Martínez se acomoda en un sillón bordó algo desvencijado y cuenta qué lo demoró: “Vivo en barrio Las Rosas y alimento varios perros callejeros. Cuando sacaba el auto se colaron tres por el portón y estuve más de media hora tratando de sacarlos. Finalmente lo logré, tentándolos con algo de comida”.

-Desde un sector del peronismo se habló de la posibilidad de impugnar su postulación a convencional por haber sido funcionario de un gobierno de facto. ¿Cómo piensa defenderse?
-No sé de qué me habla, no me enteré de nada. Aspiro a ser convencional y fui ministro durante el gobierno del brigadier Ricardo Favre y estoy escribiendo sobre eso.

-¿Sobre qué?
-Sobre el gobierno de Favre.

-¿Qué está escribiendo?
-Sobre la creación de la Universidad Tecnológica Nacional, la Universidad Nacional de Entre Ríos, el IOSPER, el Túnel, el IAFAS, el Mayorazgo, la electrificación rural. Sobre todas estas obras del gobierno de Favre.

-¿Piensa publicar un libro reivindicando obras de un gobierno de facto?
-Sí, destacando todas estas cosas que se hicieron. Y otras, como el desarrollo de la actividad económica no tradicional, el juicio oral, la actualización de todos los Códigos, la puesta en funcionamiento de un Consejo de la Magistratura, del Tribunal de Cuentas. La capacidad personal de Favre y los buenos equipos que supo armar, con muchos técnicos y universitarios, le dieron una gran dinámica a su gestión y es algo que merece ser reflejado.

-¿No teme a las críticas que seguramente despertará?
-Es algo osado, arriesgado, pero ¿qué quiere?, ¿que yo niegue mi vida? No puedo negar mi vida y esta etapa es una parte de ella. Y si no me critican no sería un ser humano. Los riesgos existen permanentemente en la vida y no tengo miedo a las críticas. Fui ministro de Favre hace 40 años, no es ninguna novedad. Y sobre alguna impugnación a mi aspiración de ser convencional constituyente, sólo puedo decir que son problemas políticos y si esto sucede no me pienso defender. Si ésa es la debilidad que me encuentran, para mí no lo es. Yo no fui golpista ni mucho menos. Fui funcionario de Favre por una razón muy especial.

-¿Qué razón?
-Me convocó por una cuestión de índole jurídica que yo ejercí contra el gobierno.

-¿Me puede contar?
-Es largo.

-Y bueno, resuma.
-Expresé mi opinión contraria al gobernador Favre, a él le pareció correcto mi parecer y luego me convocó.

-¿Puede ser más explícito?
-Exigían a los adjudicatarios de viviendas que estuvieran casados. Yo participé de una reunión como asesor de un grupo que proponía un plan de viviendas. Allí estaba Favre, manifesté mi opinión contraria a esta exigencia y ahí me ubicó. Cuando se puso en vigencia ese plan de viviendas me convocó como asesor. Luego me preguntó por el Tribunal de Cuentas, por el juicio oral, por la universidad. Eran temas sobre los que yo conocía poco y no lo pude ayudar en ese momento, pero aún así me ofreció el Ministerio de Gobierno.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)