Juan Cruz Varela
Ana María Vázquez de Barrios tenía 58 años y hace tres semanas murió en una clínica privada de la capital provincial por un cuadro de leptospirosis. Sin embargo, las autoridades sanitarias se niegan a asegurarlo a pesar de que días después se realizaron tareas de desinfección y desmalezamiento en el barrio, de acuerdo a lo que pudo averiguar ANALISIS. Su caso seguramente no hubiera tenido trascendencia de no ser porque se trata de la abuela de Romanella Amato, la modelo paranaense de 16 años que por esos días cobraba notoriedad mundial a partir de unas fotos que delataban su romance con el futbolista Javier Saviola y que en una entrevista asegurara que la familia pretendía iniciar acciones legales contra el Estado provincial por no haber tomado las precauciones para evitar el contagio. Más allá de esto, este caso vuelve a dejar al descubierto las fallas de un sistema de salud que no trabaja sobre la atención primaria sino sobre hechos consumados.
Corrían los primeros días de mayo cuando los diarios del mundo multiplicaban la foto de la jovencita que recibía mimos, besos y otros arrumacos de la estrella de la Selección Argentina de fútbol en la platea de un torneo de tenis en Barcelona. A miles de kilómetros, en Paraná, una mujer con gran parte de su vida hecha ingresaba a la guardia de una clínica privada con fiebre elevada, fuertes dolores musculares y cefalea intensa, lo que en un principio hizo pensar a los médicos que la atendieron que se trataba de una pulmonía.
Mientras el mundo conocía a la espigada modelo Romanella Amato y comenzaba a hablar del romance de la escultural blonda paranaense de 16 años con el futbolista Javier Saviola, su abuela, Ana María Vázquez de Barrios, de 58 años, moría después de tres días de agonía en la Clínica España de la capital entrerriana.
“De España me tuve que volver por lo de mi abuela. En realidad, empezó con fiebre y le diagnosticaron pulmonía. Al día siguiente la internaron y ahí saltó que tenía síntomas de leptospirosis, pero era muy tarde, porque ya se le habían deteriorado los órganos y al tercer día murió. Yo no llegué a verla. Lo peor es que en Entre Ríos era el caso número 35 y el gobierno no hizo nada, no desinfectó. Y con ella muerta empezaron a decir que no era leptospirosis.
¿Entonces se murió de gripe? Es obvio que quisieron tapar el caso, porque casualmente enseguida el gobierno mandó a limpiar los campos. Y ahora mi familia quiere hacer juicio”, aseveró la rubia en un reportaje que publicó la revista Noticias en su última edición, encendiendo la polémica.
En diálogo con ANALISIS, Lucrecia Barrios explicó que a su madre se le realizaron dos análisis, el primero de los cuales dio como resultado con un “90 por ciento de certeza de que se trata de leptospirosis”, mientras que el segundo “dio negativo”, por lo que desde la Dirección de Epidemiología se aseguró que “si bien fue tomado como un caso ‘sospechoso’, los resultados tanto de los contactos familiares que estuvieron expuestos al mismo riesgo, como de los análisis hechos a la señora resultaron negativos de la enfermedad”, tal lo manifestado por la titular del área, Mónica Ilardo, a este semanario. La funcionaria explicó que “ante un caso sospechoso se realiza un análisis de tamizaje, es decir, a las muestras que llegan al laboratorio de la Dirección de Epidemiología se les realiza un primer análisis para ver cuáles pueden ser positivas.
A las que dan negativas se las descarta y a las otras se les realiza una prueba de confirmación, no sólo por leptospirosis sino por otras enfermedades infecciosas. Esas muestras se envían al Instituto Coni de la ciudad de Santa Fe, donde se realiza la prueba confirmatoria. Esta segunda prueba se observa a través de dos muestras de sangre porque se hace lo que en bioquímica se llama una seroconversión, que es el aumento de anticuerpos frente a esta enfermedad, y esto no se puede confirmar con una sola muestra de sangre. De ahí se obtiene el resultado definitivo”.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
