-Constituyente. Lo cierto es que a partir de la iniciativa de Jorge Busti la reforma constitucional volvió a instalarse como tema de debate en la provincia. El gobernador ha estado presto desde que el asunto entró a dar vuelta en su cabeza. Además de Sergio Montiel, el otro excluido en las conversaciones era Julio Solanas, pero recientes movidas dan a entender que las distancias se acortaron. Busti ha encontrado en la reforma un motivo de iniciativa política con varias utilidades. Mantener en la superficie un buen protagonismo, tener la tropa alineada mientras transcurre el tiempo de la larga transición y el título para la historia de ser el gobernador que logra convocar a una nueva Convención Constituyente son algunas de sus razones. Eso de mantener al justicialismo alineado es de por sí un hecho ponderable. El gobernador mejor que nadie sabe que cuanto más tiempo pase antes de que se instale la puja por las posiciones de poder del futuro gobierno, mejor se garantiza una transición ordenada. Hasta ahora este tipo de tensiones han estado controladas, pero tanto Busti como el electo Sergio Urribarri saben que con esas cuestiones no se puede jugar.
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-Reforma: ¿sale o no sale? A esta altura es parte del folclore del justicialismo entrerriano eso de que cuando a Busti se le ocurre una propuesta inmediatamente se forma la fila de fieles dispuestos a colaborar y dar su consentimiento. Esta vez el primero de la fila fue el senador electo por el departamento Diamante, Raúl Taleb, que dio por seguro el éxito de la convocatoria pues “cuando al gobernador se le pone algo en la cabeza lo saca adelante”. Los registros históricos de un año o año y medio atrás no le dan la razón a Taleb. El caso más resonante fue precisamente cuando Busti impulsó con mucha fuerza y recursos la reforma constitucional para poder ser reelegido y pasó el tiempo hasta que la iniciativa quedó en un cesto de papeles. En su momento, con el natural monitoreo del gobernador se impulsó la candidatura de Cristina Busti a la Gobernación y también terminó en un fracaso. Sin dudas, éstas han sido las jugadas salientes que frustraron las expectativas de Busti y sus íntimos; seguramente, si se pone atención se pueden encontrar otras de menor repercusión. Pero vale este registro de fracasos para señalar que el desfile de apóstoles jurando apoyo a la reforma es un dato importante pero insuficiente para dar como hecha la convocatoria.
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-Los laberintos justicialistas. Suponiendo que en algún punto el secretario de Justicia concluya la elaboración de los acuerdos básicos, es de esperar que José Allende marque sus tiempos como presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y se arrogue una porción de protagonismo en la tarea. En este tramo, donde el proyecto pase a manos de Allende, los mentideros de la política van a tener un buen dato de la medida en que la iniciativa reformista tiene consenso dentro del círculo duro del justicialismo. En este plano también hay que valorar que ese segmento del justicialismo se emparenta estrechamente con su otro par, el núcleo duro del montielismo. Una de las patas de esa red es el actual senador provincial Hugo Berthet, recientemente elegido diputado provincial por encabezar la lista para la Legislatura bajo la propuesta Solanas-Cresto. Berthet, además de tener en su haber el naufragio del juicio político a Sergio Montiel, también tuvo mucho que ver en el derrumbe de la anterior iniciativa reformista que incluía el reeleccionismo. La derrota de la fórmula Solanas-Cresto no deteriora la gravitación de Berthet en el escenario político pos 18 de marzo. El hombre fuerte del departamento San Salvador sale parado en esa contienda porque estuvo a la cabeza de la lista para la Legislatura, porque ganó en su departamento y en su Intendencia, tiene influencia sobre el senador departamental de Tala y porque la buena elección en el departamento Colón por parte del Frente para la Victoria y la Justicia Social en algo se corresponde con su trajín.
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-Cuestiones pendientes. Es verdad que el elemento que en la superficie trabó la reforma anterior era la pretendida reelección de Jorge Busti. De haberse convocado a la Constituyente, habilitando al gobernador a disputar un cuarto mandato, la consagración de la gravitación de Busti en el devenir político entrerriano hubiera alcanzado un rango cuasi institucional. Cualquier burócrata sabe que institucionalizar un dominio político semejante es sumamente peligroso y tanto en el justicialismo como en el radicalismo existen zorros conocedores de todas las mañas que supieron alertar sobre las consecuencias. Busti ha sabido salir parado en las pujas internas y cuando tuvo que lidiar en el terreno de las internas electorales sus triunfos no dejaron lugar a dudas, a pesar de que varias veces jugó como “punto” y no como “banca”, como le gusta recordar. Pero en ese universo repleto de apetencias de poder que es el justicialismo vernáculo algunos muchos muestran heridas. Por momentos a Busti se le amontonan las facturas internas con mayor o menor resentimiento. Los que frecuentaron y frecuentan la intimidad del ex diputado provincial José Félix Del Real, famoso por el voto por la negativa en el juicio político a Sergio Montiel, juran y perjuran que esa jugada tuvo más el sello del resentimiento hacia Busti que la valija de bonos Federales y Lecop que recibió por su voto traidor. Las broncas existes, a veces se magnifican y otras veces se diluyen; lo cierto es que asignar ese poder a Busti, reforma mediante, dividió el núcleo duro que rodea al gobernador. Pero además de esas razones que eran las que mejor ligaban a ese sector del justicialismo con la oposición, había otras más ocultas y subliminales. Esta galería de la política entrerriana, fundamentalmente instalada en la Legislatura provincial, veía con mucho temor que la Constituyente se abriera al protagonismo tanto personal como ideológico de posturas que confrontan con los manejos burocráticos y punteriles.
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-Justicia. Seguramente el relato surge estrecho como para pintar esta suerte de costumbrismo entrerriano que por momentos enerva y en otros se vuelve agradable y divertido. La realidad de la convocatoria a Constituyente está tironeada por muchas mezquindades y también por ilusiones genuinas. No sólo es una cuestión de intelectuales o de políticos oportunistas como se dice ligeramente; en ambientes de la ciudadanía existe la ilusión de vivir un momento donde se pueda discutir la provincia que se quiere en sus aspectos básicos que a su vez son los más sencillos. Pero hay notas salientes en el paisaje que enceguecen con sus filos de impunidad y miseria moral. El escándalo de haber proyectado al ex presidente del bloque de diputados del PJ, Emilio Castrillón, al Superior Tribunal de Justicia de la provincia ya tiene los ribetes de la impunidad. Y en esto -es momento de ponerse puntillosos- la impunidad es institucional, trasciende lo meramente individual. En este caso abraza al STJ. Carlos Chiara Díaz podrá hacer uso de un ejercicio notable para justificar lo que es una complicidad manifiesta con Castrillón. También es fácil deducir que nadie da créditos a sus dichos.
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