Ganadores y perdedores II

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Comentando la semana política en Entre Ríos

-Tensiones. Hay que entender que Entre Ríos no es una provincia trágica. Sus pobladores no tendrán las ocurrencias de los cuentos cordobeses pero tienen sus colores y ocurrencias. Este temperamento está presente en lo cotidiano de sus costumbres y desde ahí se prolonga a su vida política. El justicialismo es un animador privilegiado de este escenario. Más, se puede afirmar que es este agrupamiento el que le da esta tonalidad a la política lugareña. En los corrillos justicialistas siempre hay bullicio, no existe el descanso, sobre todo ahora, cuando se ven nuevamente ganadores. Sólo tres senadores en un total de 17 no se alinean en el bloque justicialista. Nadie pone en dudas que el dominio del justicialismo es muy potente, por no decir absoluto, y que ese dominio tendría que ser garantía de calma; sin embargo, fronteras adentro el hervidero es intenso. Digamos que el problema se presenta desde el momento en que Jorge Busti levanta la mano a Sergio Urribarri como candidato, pues sus aspiraciones reeleccionistas habían terminado en el tacho de papeles del bloque de diputados justicialistas. En momentos en que fracasó la Reforma Constitucional y Busti quedó sin reelección, se hizo evidente que el rechazo partió de las entrañas mismas del justicialismo.

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-Marcando la cancha. Si el trajín propio de la campaña electoral puso en formol esas contradicciones, en el momento en que las urnas desbordaban de votos a la fórmula encabezada por Urribarri, todo ese pasado de frustración reeleccionista, como si fuera un malón, entró a zapatear en la cabeza del gobernador. Hay que tener en cuenta que a la hora del cierre del comicio Busti estaba seguro del triunfo y que los registros resaltaban una mala elección del solanismo. Como se dice, puesto en caja el peligro Solanas, el gobernador concentró su atención en los pormenores del triunfo de Urribarri. Cuando la cuenta rebasó el 42 por ciento, la incomodidad del gobernador no se podía aguantar.

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-Los cursos del gobierno. La puja entre el gobernador actual y el electo no puede despertar expectativas en modificaciones sustanciales. El camino que une a Busti y Urribarri es tan largo como la historia del justicialismo entrerriano en este proceso democrático. Desde el momento en que la dictadura militar tomó conciencia de que no le quedaba más resto para seguir gobernando, Busti y Urribarri transitaron juntos casi todas las internas del justicialismo, a excepción de aquella del retorno de la democracia. Hay datos de la historia en común que sobresalen aunque haya pasado mucho tiempo. Tanta historia en común no puede abonar diferencias sustanciales, ideológicas o de proyectos. Tomemos el caso emblemático que mucho preocupa en estas horas a los entrerrianos y que tiene como protagonista estrella al vocal del Superior Tribunal de Justicia, Emilio Castrillón. Este pasaje de presidente del bloque justicialista de la Cámara de Diputados a miembro del STJ, de una figura tan controvertida como Castrillón, no hubiera sido posible si todo el entorno que hace al gobierno de Busti no hubiera estado de acuerdo y sobre todo Urribarri, que era su ministro de Gobierno y Justicia y ex compañero de años de Legislatura. Este matrimonio de larga duración entre Urribarri y Busti genera una predisposición a simplificar el análisis bajo el rótulo de que todo es lo mismo. Por lo menos hay que estar atentos, pues en el contexto actual que vive el país y del cual Entre Ríos no es ajeno, diferencias temperamentales o posicionamientos menores pueden evolucionar en antagonismos insospechables. Y las diferencias de temperamentos existen y son notorias.

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-Consenso y oposición. Una parte jugosa del resultado electoral reciente está presente cuando delimita las cuestiones de mayor consenso de aquellas que no tienen gran relevancia. Surge como cuestión notable que la sociedad ha valorado como positivo el estado de convivencia social sin conflictos de peso que quiebren el ritmo cotidiano. Como se ha dicho, el inicio del ciclo escolar en forma normal constituye un hecho categórico que sensibiliza positivamente a todos los segmentos de la sociedad. Este aspecto que adquiere el consenso no es una cuestión menor si se toma en cuenta que corrientes políticas que abrevan en un antibustismo visceral han procurado deteriorar la imagen del gobierno estimulando la conflictividad social. El gobierno supo instalar que a cada conflicto daba una respuesta razonable y dentro de lo posible como para no exponer la provincia a desequilibrios peligrosos. Este cuadro de mesura gubernamental, que puede gustar o no, fue valorado por la sociedad teniendo en cuenta que estos recaudos se tomaban dentro de una economía en crecimiento y donde los índices más crudos de los flagelos sociales entraban a retroceder. A estas dos patas de la política gubernamental la oposición política no supo encontrarle la vuelta, como se dice, giró en vacío sin poder despertar expectativas y el resultado ha sido notoriamente al revés. Pero además la oposición no sólo no ha encontrado los puntos sobre los cuales ubicar la crítica con éxito, también ha evidenciado poca coherencia y convicción. Tanto el radicalismo como la Concertación Entrerriana no supieron ubicarse en puntos fuertes de cuestionamiento para desde ahí ensamblar una oposición que se viera como real alternativa. Si bien cuando se trata del radicalismo cuesta encontrar un cuerpo unificado, a juzgar por las posiciones de sus referentes más caracterizados, se pretendió armar la alternativa desde un cuestionamiento a la política nacional de Kirchner secundarizando la confrontación especial con el gobierno provincial.

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-Responsabilidades. En el caso de la Concertación Entrerriana, da la impresión de que le pesó el perfil de progresismo que le asignó la sociedad. En su pretensión de proponerse como el heredero natural del espacio que dejaba huérfano el radicalismo, puso empeño en no presentar un rostro confrontativo y mucho menos combativo. En una palabra, buscó rebajar la imagen a un progresismo atildado al paladar de la clase media conservadora que prospera en esta provincia. Un compromiso decidido con los movimientos sociales le hubieran acentuado los perfiles que precisamente pretendía rebajar. Algo parecido le sucedió en la relación con el gobierno nacional.

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