Hugo Remedi

Mucho se habló y se agravió antes de las elecciones del pasado domingo. Sin embargo, la contundencia del resultado a favor del oficialismo dejó bastante menos temas para analizar a la hora del después. De hecho la incidencia del actual gobernador Busti fue absoluta para llevar a su candidato Sergio Urribarri a tener una de las victorias más resonantes que haya tenido el peronismo desde el punto de vista electoral con una brecha de 27 puntos sobre el candidato radical. También salta a la vista que la gente plebiscitó gestiones tanto provinciales como comunales y desde ese punto de vista se quedó con las caras conocidas. Se profundizó la fragmentación del abanico opositor con lo que ello implica. El solanismo cayó desinflado y con posibilidades de desangrar en exilios a tonos a buena parte de los votos del domingo. Por ahora, Busti no tiene rival a la vista y octubre está demasiado cerca.

Su impronta deja a su paso cada elección. Y, la del pasado domingo no fue una excepción a la regla.

“Todos van por Jorge Busti y todos entonces corren el riesgo de quedarse sin nada o con muy poco tanto en lo político como en lo electoral”, escribía en el copete de la nota central de la semana pasada este periodista. Y así sucedió en absoluto.

En definitiva, el aluvión bustista se quedó con todo, y la primera conclusión grave es que Entre Ríos no tiene oposición seria para enfrentar desde el sentido estrictamente político e institucional a un oficialismo que se supone fuerte en su proyección al futuro y de cara, en principio, a las elecciones presidenciales de octubre.

La segunda conclusión es que la reforma de la ley de municipios que promovió el gobernador a fines del año pasado tuvo el resultado esperado para los afanes oficialistas. Y casi el 50 por ciento de los intendentes justicialistas fueron reelectos en sus cargos con lo que ello implica a la hora de sumar votos, fortaleciendo de ese modo la estructura partidaria, y calmar lo que supone el avance de quienes sin la posibilidad de reelección pujan para arriba en busca de otros horizontes a veces menguados por la demanda.

Con el timón orientado desde el punto anterior se podría arribar a una tercera conclusión: el peronismo mantuvo su caudal electoral histórico y ganó prácticamente sin caras nuevas, es decir, la gente se quedó con lo conocido más allá de las valoraciones.

De hecho, el contraste con la última gestión montielista es muy reciente como para que la memoria colectiva -muchas veces criticada por su flojedad- no haya reaccionado a tono con un presente diferente y ello sin dudas redundó en la incidencia del resultado electoral.

La conclusión siguiente sería que, lo de Julio Solanas fue más expectativa inflada que realidad, malo lo del radicalismo y peor lo de la Concertación Entrerriana, que continúan drenando votos a mansalva a medida que pasan las elecciones.

Oposición en ruinas

Suele suceder en el imaginario colectivo que las circunstancias acuñen con el tiempo frases que se convierten casi en inapelables aunque el paso del tiempo las encuentre colisionando con la realidad. Muchas veces se dijo -y en algunos aún perdura esa idea- que Entre Ríos es políticamente radical. Tal vez, lo haya sido en el pasado. Pero desde el advenimiento de la democracia la realidad muestra una cara absolutamente diferente y salta a la vista desde la objetividad de las cifras que arrojan las urnas.

En siete elecciones de gobernador (con la del domingo pasado) cinco las ganó el justicialismo y las otras dos el radicalismo. En lo que hace a elecciones presidenciales, en nuestra provincia tres ganó el justicialismo y dos el radicalismo.

Actualmente, en Entre Ríos el justicialismo cuenta con la mayoría en Diputados y una abrumadora supremacía en el Senado y la mayoría de los intendentes de primera y segunda categoría.

Las elecciones del domingo no hicieron más que ratificar lo que viene sucediendo en los últimos años y que tuvo un paréntesis en los comicios de 1999.

Busti demostró estar intacto políticamente, y no tuvo con su delfín Sergio Urribarri (gobernador electo) la misma suerte que corrió Héctor Maya cuando lo impulsó para pelear por la Gobernación en 1999 frente a Sergio Montiel, y perdió. Las circunstancias no son las mismas, está claro. Busti tiene una gestión favorable que mucho tiene que ver con una mayor capacidad de recursos y con un contraste frente a la gestión montielista ampliamente favorable. Aquella vez tuvo que enfrentar el efecto De la Rúa, hoy jugó a su favor el efecto Kirchner aunque el Presidente haya sido prescindente.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)