Sandra Miguez
La situación de las mujeres en las últimas décadas ha tenido importantes avances en materia legal, en acceso al trabajo, a la educación, así como en la participación pública y política. No obstante, muchas veces se cree que con ello se ha alcanzado la igualdad social o que inclusive, están consiguiendo ventajas comparativas respecto de los varones, por ejemplo en la educación, en la capacidad de organización y participación social. Sin embargo, estos hechos contrastan fuertemente con las profundas inequidades y con facetas de la vida cotidiana que operan como núcleo de resistencia a los cambios de modelos y relaciones de género. Así lo señalan dos investigadoras que analizaron los datos estadísticos del país para establecer los avances en materia de equidad de género para las Naciones Unidas.
Desde aquella Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas desarrollada en Dinamarca en 1910 surgió la propuesta de Clara Zetkin y Kathy Duncker -miembros del Partido Socialista Alemán- para establecer el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Era la forma de reivindicar la lucha que libraron 129 obreras textiles de Nueva York, que tomaron la fábrica Cotton donde trabajaban y protestaron por las condiciones inhumanas en las que transcurrían sus horas de trabajo a cambio de un mísero jornal. Fueron sus patrones los que las encerraron e incendiaron el edificio, los que las asesinaron.
Cada año es un recordatorio de la lucha que persistentemente mantienen las mujeres. Casi un siglo después de este acontecimiento, la violencia, la discriminación y la explotación que sufren sigue vigente.
Pero no es una cuestión declamatoria, es la presión que se ejerce en el día a día, en el aquí y ahora, en donde las mujeres tienen una y otra vez que salir a explicar por qué les asisten los mismos derechos y por qué el conculcar esos derechos es fuente de desigualdad, es situación de pobreza endémica y bajo crecimiento económico.
Del mismo modo esta disparidad se ve reflejada en la alta prevalencia que tienen en la mujer enfermedades como el HIV sida -entre otros padecimientos-, en la falta de acceso a la educación, así como en las oportunidades para una vida mejor. De este modo lo explicita el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD), donde además asevera que “se trata de una negación de los derechos humanos y un obstáculo al desarrollo humano”.
En “Equidad de Género en Argentina”, un trabajo sobre los datos, problemáticas y orientaciones para la acción realizado por Gloria Bonder y Mónica Rosenfeld, iniciado en 2003, se llevó adelante un relevamiento para poder analizar la situación de la mujer en el país y a partir de allí trazar líneas estratégicas y de acción “que reflejen las problemáticas de género y perfilen la agenda a futuro”.
Las autoras entienden que si bien es mucho lo que se ha avanzado en la materia, existen varios obstáculos que se perciben en la estructura de poder en las instituciones, en el reconocimiento económico del trabajo femenino, en cuestiones más sutiles como la persistencia de estereotipos de género en los medios de comunicación y en otras producciones culturales, o en la asunción de responsabilidades en las tareas domésticas y de crianza de los hijos/as que siguen prioritariamente en manos de las mujeres.
“En todo caso, podría afirmarse que esta fase de grandes avances en el posicionamiento de las mujeres en nuestra sociedad coexiste con un desaprovechamiento del capital cultural y social que están construyendo a través de prácticas innovadoras. Su escaso acceso a lugares de decisión real y los obstáculos para impregnar con visiones de equidad desde las relaciones íntimas hasta las culturas institucionales demuestran que los cambios profundos todavía están lejos de alcanzarse”, concluyen al término de la investigación.
Advierten, además, que la situación de crisis global que vivimos actualmente abarca una variedad de dimensiones sociales, políticas, económicas y morales. Por ello, señalan que es necesario interrogarse de qué manera estos cambios se expresan en malestar psíquico y en las modalidades de vínculos amorosos, sexuales, laborales; qué repercusión se da en la salud, en el sentimiento de seguridad y expectativas de futuros y en otras manifestaciones menos evidentes como las búsquedas espirituales y de ámbitos de pertenencia y contención. En otros términos, una mirada sobre los datos recogidos deja abierta la inquietud sobre aspectos menos visibles de las relaciones de género en el actual contexto: cómo ellas y ellos construyen y reconstruyen sentidos de vida, emblemas identificatorios y vínculos interpersonales y sociales.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
