“De chico Carlitos quería jugar como yo”

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Carlos Delfino volvió a Paraná, recordó a Echagüe y habló de la carrera de su hijo en la NBA

Pablo Rochi

Carlos Toro Delfino dejó una huella imborrable en Echagüe. Aquel tipo era puro corazón, entrega y sacrificio, y siempre defendió la camiseta a muerte. Jugó para el AEC desde el año 1988 hasta la temporada 1990/1991. Hoy no sólo es el técnico de Alma Juniors de Esperanza sino también papá de Carlitos Delfino, el talentoso escolta de los Detroit Pistons de la NBA y uno de los mejores exponentes de la Selección Argentina. En su vuelta a Paraná, ANALISIS dialogó con uno de los hombres más queridos de la historia del club. Habló de sus vivencias, sus recuerdos y su deseo de dirigir a Echagüe, a quien considera “su casa”, y contó lo que es tener un hijo en la NBA, la categoría más importante del mundo. “Verlo a Carlos hoy en la NBA es un orgullo porque sé lo que se sacrificó para estar donde está. Siempre les digo a los pibes que para llegar lejos no sólo se trata de ser buen jugador sino de sacrificarse más de la cuenta para intentar ser mejor día a día. Carlos lo hizo y aún lo hace, por eso es un gran premio que esté en la NBA”.

-Jugaste por mucho tiempo en Paraná y hay gratos recuerdos de ello. ¿Qué sensaciones tenés cada vez que pisás el estadio de Echagüe?
-Acá en Paraná todo lo que viví fue muy bueno, tanto de los compañeros, de los dirigentes, como las temporadas que jugué. Tuve la suerte de que acá dentro (por el estadio de Echagüe) logramos el primer Campeonato Argentino para nuestra provincia con aquel triple grandioso de Aníbal Sánchez. Tuve la suerte de jugar la Liga Nacional A haciendo muy buenas campañas, con Charles Parker como jugador estrella de aquel equipo. Aquí yo me hice de muchos amigos. Viajo seguido a Paraná y cada vez que vengo me siento como en mi casa. Nací y jugué en Racing de Gualeguaychú, pero acá en Paraná también jugué mucho tiempo y es por eso que digo que es mi segunda casa.

-Viviste el apogeo de la Liga en Paraná, allá en los finales de la década del ‘80.
-Sí, jugué Liga Nacional A en el ‘88, ‘89 y ‘90. Después también el TNA con Justo Reynoso como entrenador. Además, jugué mucho tiempo representando a la Selección de Entre Ríos en equipos donde me hice de muchos amigos. Había una gran amistad y siempre dábamos peleas a cualquier rival. Grupos extraordinarios.

-Recién nombraste a Charles Parker, ¿fue el mejor extranjero que tuviste como compañero? Parker en Paraná dejó un sello.
-Mirá, como compañeros extranjeros conocí americanos muy buenos, pero Charles fue distinto a todos. Un tipo muy educado, muy ubicado, un buen amigo para el grupo, además de ser un excelente jugador. Es decir, reunía todas las condiciones. El tipo entrenaba, se cuidaba, era todo un profesional. Charles para mí nunca fue un extranjero, fue un argentino más. Con decirte que jugaba al truco... Un fuera de serie.

-Ahora que sos entrenador y tenés que contratar un extranjero, ¿no deseás que te toque un Charles Parker?
-Por supuesto, sería lo ideal. Un Charles Parker o un George Torres, con quien también tuve la suerte de jugar. Tipos bárbaros y excelentes jugadores. Tipos que te solucionan y te brindan un montón de beneficios al grupo. Ahora en Alma Juniors, por ejemplo, tengo un extranjero que se llama Cornelius Roberts, no es un gran jugador pero es bueno. Yo me fijo mucho en la parte humana y él en algunos partidos nos rindió muchísimo y en otros no, pero encajó muy bien en el grupo y es muy querido. Entonces, a mí eso me sirve mucho también. A ello lo aprendí de Parker, lo bueno que era y lo que nos servía tanto adentro como afuera de la cancha.

-¿Qué les pedís hoy a tus jugadores que a vos, en tu época de jugador, no te gustaba hacer o renegabas cada vez que te lo ordenaban?
-Lo que pasa es que a mí me gustaba mucho lo que yo hacía. Era un jugador de rol y me identificaba con lo que hacía. Hoy pido todo lo contrario. En su momento era como el 5 en el fútbol: si tenía que golpear a alguno o bajar al mejor del rival, lo hacía. Por ahí venía un compañero y me decía “aquel me está jugando duro”; yo le decía “dámelo a mí, dejalo que pase”. Ahora siendo técnico no tengo dudas de que la peor frustración es mandar a un jugador a pegar a un rival o decirle que juega antirreglamentariamente. Si uno lo hace es porque como entrenador se le acabaron todos los recursos. Por eso trato de que jueguen otro básquet, distinto al que yo hacía dentro del campo de juego. Yo jugaba así por limitaciones mías. Uno tiene que ser inteligente y saber a qué nivel puede jugar. A mí me daba para un cierto nivel, no me daba para más, por eso digo que era un jugador de rol. Yo jugaba duro, metía cortinas fuertes para que un tirador pudiera lanzar, jugaba fuerte en defensa. Bueno, estaba contento con mi rol y me sentía muy importante con lo poco o mucho que hacía. Hoy se trata de ser polifuncional y a veces el que mejor rinde es el jugador de rol porque es algo que nadie quiere hacer.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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