S. M.
Apenas pasadas las internas abiertas de los principales partidos políticos, y con la elección general en ciernes, la Asociación Civil Albacea reiteró el pedido a los candidatos para que no tengan al patrimonio arquitectónico como blanco de sus campañas de pintadas y pegatinas. Esta organización, abocada a la protección, defensa y difusión de los bienes arquitectónicos y culturales, ya había enviado cartas a los precandidatos que se presentaron a las primarias del 17 de diciembre con igual solicitud, pero ninguno acusó recibo de las misivas. Lejos de impedir las campañas proselitistas, desde la ONG se aclaró que su exhortación está dirigida para que éstas se realicen en los lugares habilitados en pos de evitar “acciones negativas que agredan el patrimonio edificado”, se explicó.
Además de plantear esta inquietud públicamente, advirtiendo sobre la falta de eco de los aspirantes a cargos electivos, desde Albacea se adelantó que tienen previsto enviar cuestionarios a los postulantes a intendente y concejales de Paraná para que fijen posición respecto de la política sobre patrimonio y cuánto destinarán de partidas presupuestarias para el área de Cultura.
En diálogo con ANALISIS, la presidenta de la organización, Lilia Santiago, explicó se procura que, “sin atentar contra la libertad de expresión, de hacer conocer a la comunidad las ideas y posiciones de cada uno de los candidatos, independientemente de esto, se haga en los lugares habilitados. Y que no se utilicen, fundamentalmente, las fachadas de los edificios patrimoniales para la propaganda política partidaria. Lo mismo insistimos para los grupos que hacen otras actividades. No puedo entender que los grupos de teatro, que hacen muestras, peguen su publicidad en todas las esculturas de la peatonal. Muchas veces los soportes de las esculturas aparecen con pegatinas de una fiesta de fin de semana, una muestra de algún artista plástico o difusión de un grupo musical. Es casi incompresible que gente de la cultura, que pretende que se respete su actividad, no respete un elemento más de la cultura, que es el patrimonio urbano que, en definitiva, nos pertenece a todos. Con más razón, planteamos a los candidatos que pretenden ser nuestros gobernantes, pero que no respetan las normas urbanas que están en la legislación municipal, por ejemplo. Se establece perfectamente dónde se puede introducir cierta publicidad y prohíbe expresamente los frentes de las fachadas, sean o no patrimoniales. Los propios candidatos se enojan cuando se les hace alguna observación sobre el tema. Nos ha pasado encontrarnos en el momento de la pegatina, y con buena voluntad decirles que están agrediendo el espacio urbano, decirles que hay lugares indicados, pero ellos mismos se enojan porque dicen que atentamos contra la libertad de expresión. Insisto, es como si un diario decidiera publicar su edición en las paredes de la ciudad. Se trata de usar los medios que corresponden. En ese sentido nos dirigimos a los candidatos. Nadie nos respondió”, se lamentó.
Por su parte, Mariana Melhem, de la misma entidad, agregó: “Lo más interesante, me parece, es esto que decimos: ‘Juzgamos que si bien la protección del patrimonio urbano es una obligación de todos los ciudadanos, los aspirantes a ejercer representaciones populares tienen una responsabilidad mayor en el cumplimiento de este mandato social, por lo que en el marco de esa consideración es que respetuosamente exponemos nuestro pensamiento’. Que quede claro, porque parece que nadie sabe cuáles son los derechos y posibilidades que tenemos de actuar. La ciudad parece un campo de batalla. De hecho lo es, pero no podemos dejar que todos traten de avasallar los derechos de todos. Y nos hemos olvidado de todo. Yo recuerdo que al principio de esta gestión municipal se armó un escándalo tremendo porque había una ordenanza que prohibía colgar pasacalles. Y un concejal del Partido Justicialista tenía uno y era el único que no lo había descolgado. Pero parece que a nadie le importa eso. Hace tres año pasó, estábamos conmovidos, y hoy estamos ante lo mismo. Hasta en un momento se habló de que iban a levantar aquello que habían puesto una vez finalizada la contienda, y no pasó nunca en ningún momento. Por el solo hecho de aspirar a un cargo, me parece, los compromete más y esta cuestión, no parece clara. Por otro lado, me parece que muchos se olvidan de la ciudad como espacio físico. Parece que la ciudad fuera como interacciones sociales. Y lo construido, que es el soporte, no está presente. Cuando uno lee una plataforma, cuando la hay, aparecen tres o cuatro ejes. Se habla de la salud, la educación, la acción social, y cuando hablan de la ciudad, el espacio público parece que no existiera. Parece que hablar de plaza o parque es pecado, o es prioridad o prerrogativa de ciertos sectores. Pero como idea de plan no existe. Lo que a mí me parece tremendo es no darse cuenta de que la ciudad es el espacio donde vivimos, no es un contenedor, una caja vacía, está plagada de todas estas cuestiones. Si no empezamos a mirar cómo es la ciudad, cómo queremos que sea, vamos a seguir en lo mismo. Y el tema de la pegada de un cartel parece mínimo, pero es muchísimo. Es la acción directa sobre el espacio construido, y la ciudad como tal, es la mayor obra cultural del hombre y, por lo tanto, tiene el grado de significación máximo de la identidad. Esta ciudad de Paraná es lo que nosotros construimos, habitantes y naturaleza entrelazados, y no lo cuidamos. Es como que atentáramos contra nuestro propio cuerpo”, graficó.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
