Claudia Martínez
(especial para ANALISIS)
Es el mismo de siempre. El que enseña en ocho gimnasios y al que sus hermanos le tienen devoción. Luis David Jazmín, el paranaense de Bailando por un sueño, nunca se mareó con las luces de Buenos Aires. Está de vuelta en casa y se prepara para ser empresario.
Está a mil… como dicen. El paranaense que literalmente le robó el sueño a los entrerrianos, está hoy de vuelta en su pago chico. Sentado en el comedor de su casa, en calle 25 de Mayo, se devora con ganas un plato de ravioles con mucho queso. Luis David Jazmín no se aflojó todavía y conserva el acelere que le imprimió estar en uno de los programas más vistos de la televisión nacional. Su hermano y uno de sus amigos, incondicionales, atienden su celular, organizan el almuerzo y de paso arreglan los detalles de lo que la estrella de la familia tiene pensado hacer.
“Soy todo tuyo”, dice y se ríe con picardía. “¿Está grabando esto?”, dice y se larga una carcajada.
Luis es el mayor de tres hermanos, que lo admiran con devoción.
-¿Esto fue un fracaso?
-No, para nada. Porque me fui antes. No, para nada. Partamos de que nunca busqué esto. No esperaba esto, haber llegado donde llegué y haber aprendido tanto sin ser bailarín profesional, haber palpado todo lo que es esa experiencia, haber aprendido, ensayado todos los días cinco horas, es una gran experiencia. Mi sueño ya casi está, hemos conseguido todo.
-Tuvo que pasar eso para que consiguieras tu sueño...
-Te cuento que todo esto nos enteramos cuando yo quedo para el cásting. El problema de mi papá nunca se habló en la familia, era como un tema tabú. Mi papá está bien, puede caminar, y nunca me pidió nada. Luego surge todo esto. No fue algo que buscamos. No estábamos preparados para esto.
-Cuando hablé con tu hermana me dijo: “El sueño de Guillermo Conforte era mejor”.
-Cuando estamos nominados los dos, le dije: “Peleá vos”. Conozco las familias que están atrás del sueño de él, comí con ellos, y realmente son chicos que están en sillas de ruedas y tienen capacidades irrecuperables. A la hora de evaluarlo, le dije: “Peleemos por el sueño del otro, se quede quien se quede”, y ahora surgió la idea de traerla a Carla Conte, a Luciana Salazar y Guillermo, entre otros. Ese sueño es re fuerte.
-¿Ahora te venís como empresario?
-Eso le dije a Maxi. A mí me pasan cosas que no puedo creer. Estuve hablando directamente con gente de Gobernación, con gente de la Municipalidad. Y como que ahora recién me estoy dando cuenta de la magnitud de todo lo que me pasó.
-¿Te dejaban dormir en Buenos Aires, desde Paraná?
-Yo ensayaba de mañana hasta el mediodía con Pablo Millán porque armamos toda la temporada allá. Él iba y venía.
-Ibas a seguir con él en caso de que te contrataran en Buenos Aires.
-Las palabras de Pablo fueron: “Mirá negro, ensayemos, hagamos lo que quieras, pero si te surge algo grande yo voy a ser el primero que te va a estar ayudando”. Nunca me retuvo. Además, las temporadas en Buenos Aires estaban todas armadas ya. No teníamos tiempo. Ahora quedaron muchas puertas abiertas, eso sí, para el futuro.
-¿Es una gran picadora de carne la televisión, como dicen?
-Sí (dice resuelto]) Es una gran jungla. Cuando sos un animalito muy chiquito y sacás la cabeza, corrés muchos riesgos. Es preferible quedarse en el molde y tratar de ir ganando las cosas de a poco. Te pueden subir muy arriba pero cuesta mantenerte. Siempre me mantuve como lo que fui: un pibe que fue a un programa de televisión y nada más.
-¿Hubo algo que te hizo sufrir mucho? ¿Algún momento duro?
-Yo sufrí mucho con Javier, el uruguayo. Nosotros cada vez que se iba uno -éramos 15-, sufríamos mucho. No teníamos psicólogos ni nada. Estábamos solos. La única contención que teníamos éramos nosotros mismos. A nivel emocional, a veces nos juntábamos todos en una pieza a charlar.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
