Hugo Remedi
Casi todos los radicales de buen vivir piden pasar a degüello a los que consideran traidores pero raramente nadie quiere ver el por qué de la interminable hemorragia de dirigentes y militantes partidarios. Es como si cundiera el temor de que llegar hasta el hueso puede ponerlos de cara a una verdad negada desde siempre, como aquel padre que no quiere ver a su hijo enfermo suponiendo que el prodigio hará lo necesario.
Como partido, el radicalismo atraviesa problemas similares a los de sus pares, pero con un agravante aún mayor: tanto a nivel nacional como en la provincia no tiene referentes a la vista en condiciones de apropiarse del liderazgo que hoy les falta para aglutinar voluntades comunes.
Eso pasa desde que Sergio Montiel se retiró -por un tiempo- a cuarteles de invierno para ver qué hacen los “imberbes” que tanto lo critican, y su manera de hacer política impidió que nada fuera creciendo a su alrededor.
La ocurrencia de los correligionarios de hacer una interna para elegir autoridades partidarias 45 días antes de las elecciones va desnudando impertinencias que dejarán heridas imposibles de cauterizar, fundamentalmente las que se están sembrando en Paraná con Sergio Varisco y Fabián Rogel enfrentados a muerte.
Raymundo Kisser, quien asumirá en pocos días, enfrentará entonces el extraordinario desafío de llegar al fin de su mandato en dos años y no ser el presidente de la comisión liquidadora de la Unión Cívica Radical. Apenas se haga cargo de sus nuevas funciones, y si respeta el contenido de la palabra que ha venido utilizando y declamando en los últimos días, el dirigente oriundo de Hasenkamp tiene en la hoja uno de la futura agenda partidaria la nueva lista de dirigentes y militantes radicales que sin dejar de serlo se han ido a otros partidos.
Si se quiere, en forma sorpresiva en la mayoría de los casos, profundizando de ese modo la hemorragia sangrante de afiliados que no se sienten contenidos en el radicalismo. En un primer grupo se podría ubicar a Eduardo Solari, Mónica Sforza, al precandidato de intendente de Concepción del Uruguay, Juan Carlos Cholo Aguirre, a todo el staff de candidatos comunales de La Paz con Santiago Sacks a la cabeza, a los ex senadores, Jesús Liberatore y Luis Lesca y al diputado de Gualeguaychú Osvaldo Fernández, en el mejor de los silencios; y a Elcio Viollaz, ex presidente del partido que armó un frente en Villa Elisa, entre otros.
Algunos radicales dicen que no son muchos los que se fueron con la Concertación Entrerriana y, redoblan la apuesta asegurando que no se llevan demasiados votos. Lo que niegan es lo sustancial: que los dirigentes y militantes radicales siguen disparando a otros partidos o a la casa. Eso es lo grave.
El caso del actual diputado provincial Héctor Monzón es diferente. Se pasó de un plumazo del radicalismo al justicialismo de Julio Solanas, es decir que se convirtió oficialmente en el primer radical K de la provincia y con esa chapa tendrá que enfrentar la furia de los radicales, con Kisser a la cabeza, que aseguran que hay que expulsar a quienes se encolumnen detrás del Presidente de la Nación.
La democracia es política pero también números. Para llegar al poder hay que juntar votos. Ese es el primer requisito. Y el radicalismo los viene perdiendo de una manera desmesurada y desquiciada desde el delarruazo de 1999.
Entre 1999 y la elección de 2005 la UCR perdió unos 200.000 votos… nada menos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
