Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)

Patética la arenga de Daniel Taillant el martes a la noche. El titular del Centro de Derechos Humanos y Ambiente (Cedha), y esposo de la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti, desembarcó en Gualeguaychú dispuesto a sostener un peligroso discurso: mi esposa es la mejor aliada de Gualeguaychú en el gobierno nacional, pero esta historia se revierte con hechos, con medidas de acción, aquí no valen leyes, no valen cortes de justicia sino cortes de ruta, dijo en síntesis Taillant, hombre de palabra fácil, y se metió en el bolsillo a los asambleístas duros que escucharon música en sus oídos.

Taillant garantizó que existe sintonía plena con su esposa Picolotti, y debe suponerse que la funcionaria nacional está en sintonía con el Presidente Néstor Kichner. Por eso los asambleístas tomaron el micrófono y aclararon con lujo de detalles la lógica de Taillant: debe entenderse que el propio Kirchner los está mandando a cortar rutas, a “impactar al mundo”, a salir en los medios periodísticos de los Estados Unidos cueste lo que cueste.

Tenemos la batalla ganada, ustedes son geniales, el mundo se arrodillará ante vuestra valentía…

Sin lógica. Haber perdido la primera pulseada en La Haya, haber perdido la primera pulseada en el Mercosur, haber perdido las expectativas con la Corporación Financiera Internacional, haber perdido ante los jueces que no aceptaron detener los camiones que circulan por territorio argentino con materiales y equipos parta Botnia, haber perdido ante el gobierno nacional que no presenta una ley forestal que dificulte las exportaciones de rollizos o que reglamente el tránsito; y comprobar que pasan los días y Botnia se sigue construyendo a todo vapor con 3.600 obreros, mientras los gobiernos de la Argentina y de Entre Ríos se sientan a esperar lo que resuelva la Corte Internacional de Justicia de La Haya en noviembre de 2007; y haber perdido también en los intentos de revertir las simpatías orientales, todas esas derrotas acumuladas llevaron a Taillant a asegurar ante un teatro lleno que “la batalla está ganada”, que él está convencido de que los créditos no llegarán para Botnia... Aún no se sabe si la ovación que recibió fue en homenaje a su militancia, a su proverbial imaginación, o a su forzado sentido del humor.

A medida que sumaba “esperanzas” y alentaba a adoptar medidas de acción, asegurando que la batalla no es jurídica sino política y financiera, y que los banqueros y políticos del mundo cederán según la envergadura de las acciones de Gualeguaychú y el impacto que logren sobre medios de prensa de los Estados Unidos, el guerrero Taillant tiraba por el suelo cualquiera de las medidas gubernamentales o las estrategias de los abogados. Para Taillant no importan los gobiernos, no importan las leyes, no importa la Corte de La Haya, importa el “impacto”. Pero no por eso le dice a su esposa que abandone lo que no le importa, claro...

Lo alocado no fue esta posición, sino su origen: las expresiones de Taillant se comprenderían plenamente, y resultarían incluso simpáticas, en boca de un asambleísta gualeguaychense inquieto por el avance de las obras, pero puestas en boca del marido y aliado de la funcionaria argentina que tiene en sus manos la resolución del conflicto por medios legales y políticos, sonó a tomadura de pelo y el abogado Fabián Moreno Navarro lo entendió perfectamente. Lo acusó de liviano y demagogo, y le pegó un portazo a Taillant y a la asamblea.

El rostro de Moreno Navarro lo decía todo. El abogado de la asamblea aún no se explica la posición de Taillant. ¿Cómo desconocer tan suelto de cuerpo las decisiones de tribunales internacionales que mandan a no agregar nuevas discordias al conflicto?

Con el aplauso de la mayoría de los concurrentes, Taillant estaba colaborando con los gobiernos, que prefieren dejar que la gente se desgaste y opinan según el resultado de las encuestas del día, jamás guiados por planes e ideas que procuren superar el conflicto, con una cobardía que no sorprende pero inquieta. La estrategia de los gobernantes les está saliendo perfecta, por ahora, al punto que dentro de la Asamblea se escuchan discursos contra Macri, López Murphy, Carrió, Lavagna y otros, y ni una palabra sobre estos gobernantes de ayer y de hoy que están dejando que el pueblo actúe por mano propia, ante el riesgo pavoroso de que una chispa encienda el polvorín en que se está convirtiendo la zona gracias a la desidia y las mentiras abiertas del gobierno nacional y el provincial, sumadas a las incoherencias de la otra banda.

En la misma jornada en que grupos de violentos se enfrentaban a palos, piedras y balazos junto al cadáver del ex Presidente Juan Domingo Perón, Taillant proponía más justicia por mano propia, dando a entender que el mundo se maneja por presiones, y desbaratando cualquier estrategia legal. ¿A dónde creerá Taillant que termina este sistema? ¿Y qué posibilidades le asigna a la Argentina, cuando se sabe que una escalada de hechos termina con la imposición no de la justicia o algo que se aproxime, sino de la fuerza?

Envalentonado frente a un auditorio adicto, Taillant reiteró varias veces eso de “sorprender al mundo” y dijo de diversas maneras que el Cedha apoyaría nuevos cortes de ruta y que nada hay que esperar de la corte de La Haya. Como si fuera el jefe de un imperio todopoderoso que se hace en los tribunales internacionales porque tiene todas las de ganar, Taillant clamó por la fuerza de los hechos.

La irresponsabilidad de este dirigente se multiplica porque se expresa en un ámbito que requiere cultivar la virtud de la prudencia y porque directa o indirectamente su palabra es vista como la del propio gobierno, dado que él mismo se encargó de reiterar las coincidencias con su esposa Picolotti y se burló de quienes hablaban de una supuesta separación conyugal.

Como una vuelta de rosca en el conflicto, algunos dirigentes expulsaron de la asamblea a tres periodistas orientales y, cuando ya se había marchado el 70 por ciento de los concurrentes, pretendieron votar para que los periodistas uruguayos no sean aceptados en las reuniones, sí los argentinos. Según algunos asambleístas, los orientales “tergiversan” los hechos. Los periodistas argentinos tendrían que aceptar que ellos dicen la verdad y los vecinos mienten, en el colmo del engreimiento. Ahora, ¿a qué periodistas argentinos dejarán entrar, a todos o sólo a los que coinciden en un todo con esos asambleístas? ¿Caerán en la tentación de un periodismo genuflexo, el mismo que ha callado y calla ante la corrupción que daña y mata más que 10 pasteras?

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)