Claudia Martínez
(especial para ANALISIS)
Tiene 73 años, habla a los gritos y nunca se queda quieto. El domingo el padre Orlando Mattiassi bendecirá una cruz gigantesca en un Santuario erigido en el corazón de Bajada Grande. Es el cura de la zona hace 30 años y hace 18 que puso una FM. Dice que una vez dejó los hábitos porque se enamoró. Apoya a Blumberg en sus reclamos por inseguridad y afirma que en la dictadura “me quisieron hacer boleta”.
Fue difícil encontrarlo al cura. Siempre está ocupado, siempre tiene algo que hacer. Habíamos convenido la cita en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, en Bajada Grande. Después de varias vueltas por el barrio, subidas y bajadas enmarcadas de verde y típicas casas ribereñas, llegamos a destino. Pero el cura ya se había ido al Santuario de la Cruz, a varias cuadras de la parroquia. Una fiel seguidora del sacerdote y su esposo se ofrecieron para llevarnos al lugar.
“Vos tenés que decir que el cura es el Cristo de Paraná”, decía la señora con la Biblia en el panel delantero del auto mientras su marido cebaba mate.
La mujer, guía voluntaria, nos dejó en el medio de un gran parque enmarcado de pequeñas cruces blancas sobre pasto ralo y seco, pero con algo de verde aún. Es el Vía Crucis que está rodeando la gran cruz de 50 metros, algo que le quitó el sueño al cura de Bajada durante mucho tiempo y que finalmente será inaugurado el próximo domingo.
El padre Orlando Mattiassi no es cualquier cura. Enérgico, de andar rápido, habla fuerte parado en su metro ochenta y pico. Canoso, con grandes lentes de aumento, siempre tiene un rosario en la mano, aunque así le esté indicando al pintor que está terminando de acondicionar el Santuario que le largue agua por la pequeña cascada que sale por el medio de la cruz. “Será agua bendita”, señala en el segundo escalón de los tres que tiene el altar donde está enclavada la cruz, un predio de casi 2 hectáreas.
“7-3”, dice cuando le preguntan la edad, mientras posa para las fotos. “Acá estoy, saque fotos nomás”, dice.
-Éste es el reportaje impertinente, padre…
-¡Sí señor! Déle nomás, que soy impertinente (risas).
-¿Usted qué entiende por ser impertinente?
-Algo que martilla y martilla (más risas). Soy nacido en Federación pero llegué en el año 1976 acá, hace 30 años.
-¡Uy, qué época complicada!
-Y bueno… Pero estuvo tranquilo, me venía a controlar la Policía, me grababan. ¡Pero grababan cantos todo el tiempo! Se aburrían… Pensaron que yo iba a ser un desorientador de multitudes, pero les molestaba que juntara gente. Eran todos católicos. Mataron a Angelelli, a los curas palotinos, a las monjas francesas…
-¿Lo amenazaron alguna vez?
-Me dio la leve impresión una vez. Me querían llevar a la isla a ver unos pescadores, a trabajar. Vino un hombre bien vestido y pensé: “Mmm… estos me quieren hacer boleta”. Después vinieron y les dije: “Bueno, vamos”. Pero después me dijeron: “Desistimos…”.
-Desistimos de hacerlo boleta…
-(Risas) Eso es lo que pensé.
Mattiassi se ordenó en 1962, ya tenía 16 años de cura cuando vino a Paraná. Llegó encabezando toda una movida con cantos y mucha música.
-¿Cómo reaccionó la gente al principio cuando llegó?
-Medio que se asustaban cuando escuchaban tanto ruido, tanto canto, tanto Aleluya y Gloria a Dios y aplausos en la capilla. Creían que era una iglesia de otro mundo. Se armó un revuelo enseguidita en la ciudad. Para colmo yo soy ruidoso, todavía lo soy. La gente se sintió rara pero llenaba la capilla hasta la nariz. Pero ahora decaí. La gente va adonde están los sacerdotes jóvenes, vamos a ser sinceros. Y me alegro que haya sacerdotes que tomen la posta.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
