Del campito del pueblo al Mundial de Alemania

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Gabriel Heinze, el chico de Crespo que un día se transformó en jugador de la Selección Argentina

Pablo Rochi

Gabriel Iván Heinze y el paranaense Roberto Ayala son los únicos jugadores entrerrianos que integran la Selección Argentina en el Mundial de Alemania. ANALISIS realizó un repaso de los comienzos de Heinze en el fútbol y de sus primeros pasos en esta actividad. Sus anécdotas en Crespo, sus historias y el recorrido deportivo de un chico que a los 14 años dejó su casa para apostar al fútbol. El desarraigo, su familia, el recuerdo de su padre y la amistad con sus hermanos son algunos de los puntos que roza este informe de color de un pibe que de jugar en el campito de su pueblo pasó raudamente a defender la camiseta argentina en el Mundial de Alemania.

En las primeras convocatorias para jugar en la Selección, los periodistas de Buenos Aires se sorprendieron cuando escucharon que a Gabriel Heinze le decían El Sonry. Los medios nacionales tenían registrado que al defensor entrerriano lo apodaban El Gringo o El Guerrero, por lo que no comprendían la situación.

“En realidad siempre fui El Sonry, de chiquito me decían así. Al sobrenombre me lo puso un entrenador que yo tenía en Crespo, en mi pueblo, él fue quien me bautizó así”, le dijo Gabriel a los hombres de prensa que intentaban registrar más datos suyos cuando el crespense fue convocado las primeras veces para jugar para Argentina.

Hoy, con el paso del tiempo, con varias convocatorias seguidas y con grandes actuaciones con la celeste y blanca, Gabriel Iván Heinze dejó de ser ese futbolista desconocido y se transformó en uno de los elementos más firmes de la defensa de la Selección Argentina.

Quienes estuvieron y siguieron de cerca la evolución de este joven y potente jugador, admiten que Gabriel fue ese típico pibe que nació con una pelota bajo el brazo y de la cual nunca se despegó. La pasión se la inculcó su padre Jorge, un fanático futbolero que también se dio el gusto de jugar en su época, desparramando talento en las canchas de Crespo.

Gabriel Iván Heinze es el menor de cuatro hermanos varones: Gustavo, Hernán y Sebastián. Hoy, el pibe más famoso del pueblo dejó impregnados miles de recuerdos, de aquel muchacho al que se lo veía corriendo en el campito de la esquina y que hoy sale con fuerza y prestancia a cortar centros nada más y nada menos que en el Mundial de Alemania.

Gabriel Heinze nació un 19 de abril de 1978. De pequeño su juguete favorito fue siempre un objeto de forma redonda al cual se podía patear. Junto con sus hermanos y varios amigos se pasaba horas jugando en un descampado que quedaba a metros de su casa. Los partidos de su vida, cuentan, eran aquellos en los cuales también participaba su papá, a quien él siempre consideró su ídolo.

Jorge, familiero y trabajador, les inculcó de muy temprana edad a sus cuatro hijos el amor por el fútbol. Fue él mismo quien un día tomó de la mano al benjamín de la familia para llevarlo a practicar a Cultural, uno de los clubes más importantes de Crespo. Por aquel entonces Gabriel tenía 6 años y en realidad no hubo que insistirle demasiado para que comenzara a jugar. De entrada, y sin muchas muecas, se enganchó con sus compañeros y empezó a dar los primeros pasos de una carrera que más adelante lo llevaría a la fama.

Al ser el más pequeño de la casa, Gabriel siempre tuvo algunas consideraciones, algunos “favores” que sus hermanos a lo mejor no consiguieron. La familia tenía tanta devoción por este chico que apenas nació lo bautizaron El Ángel Gabriel o El sol de la casa, como le decía su papá.

Su incursión por el fútbol tuvo éxito desde el arranque. A Gabriel le encantaba ir a las prácticas, de hecho faltar era arrancarle algo de lo más profundo de su ser. En este sentido, mucho tuvo que ver la participación de su entrenador en Cultural, Humberto Beto Gutiérrez, a quien Sonry siempre ponderó, a tal punto que lo quiere como un padre postizo.

A pesar de su corta edad, Gabriel ya tenía un carisma especial para jugar a la pelota, tal es así que se destacaba por su destreza y por estar corriendo permanentemente detrás de ella. Donde andaba el balón, aparecía Gabriel. Era como un imán. Ambos se atraían.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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