Charles Parker
Me lo dijo el sábado, cuando mirábamos el partido contra Costa de Marfil en un doble turno de promoción en el Tijuana, la maestra de EGB1 de mis hijos: el mundial sirve para muchas cosas. Es cierto que primero no atendí a sus palabras, perturbado por (1) la ley universal que inhabilita a las mujeres a hablar con propiedad sobre cualquier evento deportivo que no sea el torneo local de mamis hockey; (2) los atributos sobresalientes del físico de Greta, docente blanca del único colegio para negros de Ciudad Paisaje, que hablaba desnuda a mi lado. Sin embargo, debo admitir que los días que siguieron al doble triunfo de ese sábado, el de la Selección y el mío, me hicieron recordar con viveza las palabras de la joven. El mundial sirve, entre otras cosas, para rendir un homenaje al país anfitrión: los fenómenos que ha generado aquí el campeonato son un motivo legítimo para reivindicar la historia bélica alemana y justificar un nuevo genocidio. Carne fresca del tercer mundo para alimentar el paredón, se ofrece. Es un buen momento, por ejemplo, para iniciar una masacre contra los comerciantes que se creen que uno es tan condenadamente estúpido como para sentir simpatía al entrar a sus establecimientos sólo porque obligaron a sus pobres empleados sobreexplotados a vestirse con falsas camisetas de la selección y gorros imbéciles. Es el momento indicado para gestionar la matanza de todos los creativos que inventan promociones para vender más salchichas o televisores durante el mundial, y para construir una barraca especial donde se pueda encerrar a casi el 80 por ciento del periodismo deportivo que en estos días pone de manifiesto como nunca su incapacidad para conjugar felizmente sujeto y predicado. Achtung baby: basta de transmitir porquerías; por favor, vamos a los partidos y punto. Y es una situación apropiada, por supuesto, para atropellar un par de lúmpenes que salen a festejar la primera victoria como si fuera el triunfo del campeonato, y que usan el plan trabajar para comprar fuegos artificiales y vino en caja: la lógica indica que cualquiera que marcha tan fácilmente a chuparse a la plaza no puede ser otra cosa que peronista. En fin, no quiero mencionar a esas mujeres que quieren demostrar que ellas también poseen una pasión legítima por el fútbol y entonces se sienten obligadas a manifestar un fanatismo más grotesco y exacerbado que el de los hombres, porque cualquiera va a decir que soy un fascista, así que vamos a lo nuestro. Danke. La última vez que se jugó un mundial, Duhalde era presidente del país, el desempeño deportivo de Argentina fue lamentable y, apenas un día después de la última derrota de la Selección, las vacas mutiladas por el chupacabras invadieron las primeras planas de los medios. Amparados por la fiebre futbolera, en estos días, cualquiera dice cualquier cosa. Estas son algunas de nuestras pequeñas vacas mutiladas de cada día:
I. Operativo Limpieza.
Ahora que la Justicia condenó a Dani Gasto reservado Rossi por su capacidad de ahorro, Jorge Bushti aseguró a la prensa que sus nuevos amigos ya no roban: “El Pemo es claro y transparente como todo joven K”, aseguró el gobernador, quien señaló que de todos modos tiene pensado usar chaleco antibalas por si a sus viejos amigos se les ocurre atentar contra su persona cuando tenga el auto estacionado, provocando así un daño irreparable a la revolución proletaria que viene encarando con tanto esmero en el territorio provincial.
(Más información en la edicipón gráfica de ANALISIS de esta semana)
