Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)
Un ex suboficial de la Fuerza Aérea que vive en Paraná decidió cobrarse los daños psicológicos que, sostiene, le provocaron sus pares cuando sólo tenía 19 años para arrancarle información que no poseía, porque creían que colaboraba con la guerrilla. Denunció el caso ante la Justicia Federal de Paraná y su demanda al Estado ya llegó a la Casa Rosada y al Ministerio de Defensa.
Osvaldo Remigio Burgos, un ex cabo de la Fuerza Aérea y luego chofer de ómnibus radicado en Paraná, demandó al Estado Nacional por daños sufridos en sesiones de tortura dentro de la fuerza, en un expediente presentado ante el Juzgado Federal de esta capital, en la Secretaría Civil y Comercial Número 1 a cargo del doctor José Carlos Ríos.
Burgos denunció que recibió torturas en el invierno de 1971, cuando tenía 19 años, porque sus propios camaradas creían que colaboraba con alguna agrupación guerrillera. Ocurrió hace 35 años, y los hechos desencadenaron su alejamiento de la fuerza, por razones de salud.
Hoy tiene 54 años, vive en Paraná y pide justicia. Sus reclamos se dirigen al Presidente Néstor Kirchner y a la ministra de Defensa, Nilda Garré.
¿Quién atendería la situación, tan delicada, de Osvaldo Burgos, a tantos años de los hechos que denuncia? Burgos, oriundo de la ciudad de Córdoba, ya logró demostrar por lo menos parte de lo que dice, con documentación de la Fuerza Aérea, pero el paso de los años no ayuda en el esclarecimiento de los hechos.
De amigo a sospechado
Había ingresado en 1968 a la Fuerza Aérea y lograba mejores notas en las materias de índole militar que en las referidas a cultura general, recuerda el propio Burgos.
Su primer destino: la Base Oficial de Aviación Civil en el Gran Buenos Aires, lindando con José C. Paz. Y fue con muy mala suerte, porque en agosto de 1971 se registró un faltante de armamento en la Sala de Armas, y el suboficial quedó sospechado.
Entonces se inició un sumario administrativo. Hasta allí, todo normal, con Burgos cumpliendo un arresto dentro de la unidad.
Pero sin que mediaran muchas explicaciones “comenzaron a ingresar asiduamente en horas de la madrugada dos individuos vestidos de civil que se identificaron como miembros de Coordinación Federal (Inteligencia de Fuerza Aérea)”, dice Burgos en su denuncia.
¿Qué hacían? Lo levantaban en el Casino de Suboficiales y lo trasladaban hasta la oficina del Jefe del escuadrón Tropa. Allí cerraban la puerta y “comenzaba la sesión de tortura con preguntas tales como: a qué grupo subversivo pertenecía, adónde estaban las armas faltantes, quiénes eran sus cómplices, etcétera. Eso se prolongó por espacio de 15 días no consecutivos”.
“Fui interrogado como si fuese un delincuente. Como podrá imaginarse, yo, con mis 19 años y considerando el problema en que me veía envuelto, sentía un temor impresionante. Tendenciosamente pretendían que me incriminase y dijese que mantenía relación con algún grupo subversivo y confesara de cuál se trataba. Esta operación para aterrorizarme se repitió todas las madrugadas. Los canallas venían de las oficinas del Jefe de Compañía del escuadrón Tropa y, por supuesto, los interrogatorios eran sin presencia de testigos”, asegura Burgos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
