El señor de los fondos

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Cuenta regresiva para la sentencia en el juicio por enriquecimiento ilícito contra Domingo Daniel Rossi

Jorge Riani

Comenzó la cuenta regresiva que conduce hacia la sentencia. El ex vicegobernador e intendente de Santa Elena, Domingo Daniel Rossi, quedó de cara a su suerte política. El fallo que se espera en el juicio por enriquecimiento ilícito de funcionario público tendrá directa incidencia sobre el futuro de uno de los personajes más representativos de los años de empobrecimiento, clientelismo político y utilización del aparato estatal para el propio provecho. El hombre acusado de corrupción tuvo la última palabra en el juicio y fue para admitir que se quedó con fondos reservados de la Vicegobernación de Entre Ríos. La nota que sigue es el relato de una puesta en escena con testigos que actuaron como marionetas caricaturizadas para justificar lo inadmisible. Es la historia de una falacia con pretensiones de coartada para prolongar el estado de impunidad. El intendente que fuera compañero de binomio de Jorge Busti en su primera gestión quedó apresado en sus propias palabras, a la espera de que la Justicia baje el martillo para anunciar sentencia.

La frase es la expresión pragmática que bien se enmarca en el concepto del monarca absolutista Luis XIV en aquello de que el Estado soy yo. Lo dijo Domingo Daniel Rossi una y otra vez: “Los fondos reservados eran de disponibilidad libre”. El hombre de la sonrisa dentada aludió a la libertad de acción para apropiarse de fondos públicos y engrosar su patrimonio personal. Así lo admitió ante la Justicia. Las palabras libre y fondos públicos están relacionadas para el procesado.

El ex vicegobernador de la provincia e intendente de Santa Elena fue su principal acusador. Empezó y terminó la ronda de declaraciones para autoincriminarse con expresión propia de quien pregunta: ¿Y cuál es el problema? Por cierto, el problema es grave para uno de los protagonistas principales de la política entrerriana de las últimas dos décadas. Su posición quedó muy comprometida, y cuesta creer que pueda haber un desenlace que no pase por la condena.

Su paso por los tribunales sirvió para ventilar el modo en que un intendente logró transformar la industrializada Santa Elena en la meca del clientelismo político. Hubo personajes caricaturescos que conformaron la galería de testigos con libretitos bien aprendidos. Como el caso del industrial que usa autos de 100.000 dólares, según dijo en su declaración en la ronda final de testigos.

El hombre había llegado con la cabeza encendida por la tintura remolacha que apenas lograba apagar el saco de terciopelo negro. Dijo que no se acuerda de cuántos millones de pesos le regaló a Rossi para que haga sus campañas, y que no pedía facturas ni rendiciones. Fue de un patetismo que admitiría comicidad si no fuera que en Santa Elena hay chicos que mueren de hambre. El personaje estaba desocupado de su rol actoral cuando, insólitamente, le pidió permiso al Tribunal para irse de la sala porque tenía que atender sus negocios en la gran ciudad porteña.

Dos horas después, la caricatura de ricachón se confundía con los manifestantes a sueldo que esperaban frente a la sede de tribunales que salga su Dany, para vivarlo mientras agitaba un cartelito de apoyo al intendente acusado de corrupción.

Ninguna crónica podría empezar por la declaración de ese sujeto, a no ser que se quiera comenzar ilustrando el grado de falacia que envolvió todo el proceso por parte de Rossi. Falacia cuando dice que podía vivir con 1.500 pesos, cuando asegura que abrió las cuentas para depositar dinero de la campaña y se contradice admitiendo que era el ahorro de toda una vida de trabajo.

Rossi está en problemas porque cada testimonio-coartada fue respondido con tantos otros testimonios que imprimieron un sentido contrario a lo pretendido por la defensa. Como el de un antiguo gerente de la Proveeduría para empleados del frigorífico que dijo que su sueldo era de 900 pesos, sin ningún tipo de comisiones. El testigo equiparó la paga a lo que cobra un maestro, y de esa forma hizo trizas un argumento que intentó utilizar el ex vicegobernador.

Ocurre que el intendente fue el sucesor del testigo en la Gerencia de Proveeduría, y llegó a argumentar que de ahí había cobrado sumas comparables a la de un ejecutivo de una firma líder.

Cuando las estrategias alternativas de la defensa, como la de plantear nulidades, naufragaron, Rossi apostó a justificar que su cuenta estaba bien nutrida por los fondos reservados que sacó del presupuesto del Senado. El contador contratado por la defensa, Julio Budasoff, dijo además que, de 800.000 pesos que manejó de la campaña, Rossi se quedó con 400.000. Luego el intendente intentaría aclarar que la intención era volver a usarlo para la política. Las palabras política y fondos públicos están relacionadas para el procesado.

El intendente creyó que mejoraría su situación en tiempo suplementario, y por eso pidió, a través de su defensor Julio Federik, hacer una ampliación de su declaración. No hizo más que tirarse la última palada de tierra sobre sí mismo. Con tono de tarima preelectoral, el intendente repitió lo que dijo en la primera jornada, aunque condimentó su discurso con frases novedosas. Esta vez agregó inequívocamente que se quedó con dinero público por consejo de sus asesores en el Senado.

Diálogo revelador

Hay frases de efecto tan claro que huelga cualquier recurso de redacción para advertir su peso. Así, el diálogo entre los jueces, el fiscal y el imputado constituye el pilar del reproche.

–Cuando menciona los gastos reservados, ¿usted recibía gastos reservados?
–Por supuesto.

–¿Y los utilizaba para uso personal?
–Sí.

–¿Los cobraba?
–Sí.

–¿Qué asesoramiento tuvo para pensar que esos gastos reservados podían transformarse en dinero privado?
–Por consejo de los mismos asesores que tenía en la Vicegobernación. Pregunté qué se hacía con esos gastos reservados y me dijeron “disponibilidad libre”, y así dice el informe, que está en la Contaduría. E inclusive también lo dice el informe del gobernador. Yo tenía dos opciones: cambiar mi vivienda para estar a la altura de mi responsabilidad…

(Más información en la edición del 7 de junio de 2006 de ANALISIS)

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