Américo Schvartzman
(desde Concepción del Uruguay, especial)
El domingo 30 de abril fueron miles los que volvieron a marchar sobre el puente internacional con el mensaje pacífico y firme de “No a las papeleras”. Un año después de la marcha que comenzó a instalar el tema a nivel nacional, miles de entrerrianos convirtieron la previsible derrota que simboliza la chimenea en un triunfal “abrazo al río” que multiplica adhesiones y despierta conciencias. Algunos apuntes para el análisis de un despertar colectivo cuyas consecuencias aún nadie alcanza a imaginar.
¿Se imagina una multitud abandonando la Plaza de Mayo, después de tres o cuatro horas de un acto masivo, de un recital, una marcha y que, al irse y mirar hacia abajo, no encuentre un solo papelito, una sola botella tirada, ni una lata abollada, como tampoco bolsas de polietileno con restos de comida, cáscaras de frutas, bancos pintarrajeados, o regalitos de cualquier otro tipo? No, ¿verdad? No es fácil imaginarlo.
Sin embargo, esa fue la imagen principal tras la marcha de Gualeguaychú. No ensuciaron. No quedó mugre. Las decenas de miles de manifestantes dejaron la zona por donde transitaron durante medio día tanto o más limpia que como la encontraron al llegar. Inconcebible.
Y ésa, precisamente, es la mejor síntesis del cambio en las conciencias que ha producido (y al parecer seguirá produciendo) la lucha de Gualeguaychú contra la contaminación del medio ambiente por la instalación de dos pasteras europeas enfrente -sí, bien enfrente- de su propia casa.
Alguien dirá que la descripción es exagerada, que alguna mugre habrá quedado. No. No es exageración. Y no es poco. Es cierto que se repartieron bolsitas, también que el locutor permanente recordaba que “vinimos a defender el medio ambiente, todos somos responsables de no ensuciarlo, no deje residuos”, etcétera. También es cierto que por ahí, algún descuidado o menos consciente, tiraba alguna bolsita… No pasaba un minuto sin que alguien se lo hiciera notar: “Che (o señor, o señora o señorita), ¿no te acordás a qué vinimos?”.
Haciendo historia
Ya lo dijimos antes en estas páginas: muchos confundidos, de este y del otro lado del río, creían que Jorge Busti o Néstor Kirchner podían dar órdenes a los asambleístas. La realidad mostró que no.
Desde unos cuantos metros antes del puente se ve la chimenea de Botnia. La imagen lo muestra con claridad. Esa chimenea, un año atrás, cuando se realizó la marcha anterior, no estaba allí. Uno de los méritos de la formidable movilización del pasado domingo es haber convertido la previsible derrota (la fuerza de una empresa extranjera, los compromisos contraídos por un gobierno neoliberal anterior, el avance inconsulto despreocupado de la opinión de los damnificados, la morosidad en la reacción de los gobernantes, el cálculo electoral de Busti) en un triunfo apacible y esperanzador.
La gran marcha
Todos los pronósticos, hasta los referidos al clima, se quedaron cortos. Además de ser una jornada espléndida, aunque fresca, la concurrencia de personas al llamado “Abrazo del Río Uruguay” fue literalmente incalculable. Durante cinco horas la afluencia de vehículos particulares, colectivos, camiones, camionetas, combis, motos, bicicletas y hasta máquinas agrícolas hacia la cabecera del Puente Internacional General San Martín fue incesante. Como una suerte de procesión laica, todos iban en paz, tranquilos, como si fuera un paseo dominical, con una firmeza tan sostenida como largas fueron las colas que cubrieron los 20 kilómetros que separan el acceso sur a Gualeguaychú del paso fronterizo. Muchos dejaban sus vehículos estacionados en Arroyo Verde, “la trinchera” de la lucha contra las plantas, y desde allí encaraban a pie hacia el punto de encuentro.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
