Silvio Méndez
La fábrica de tejas y ladrillos Coceramic de Paraná es una de las tantas empresas recuperadas por sus trabajadores a principios de los 90. Es la historia de obreros que, de la noche a la mañana, debieron hacerse cargo de los destinos de un emprendimiento que les asegurara un sustento. Actualmente constituida en cooperativa, la firma da de comer a 73 familias, pero se ve seriamente amenazada por reiterados pedidos de quiebra por deudas que suman unos 700.000 pesos y ponen en peligro la continuidad de la producción. Según se afirmó, esta carga se generó en 1999, en un período de gestión “externa” que, tras su expulsión, hoy reclama honorarios. Las maniobras de demanda parecen no ser inocentes y tendrían como objetivo liquidar la fábrica. Frente a las constantes intimaciones, los asociados resisten y acumulan pruebas para denunciar penalmente a los ex gestores, entre los que se encuentra un alto funcionario del gobierno provincial.
Es muy difícil imaginar qué puede sentir un obrero cuando, de un día para el otro, la empresa en la cual deja su esfuerzo diario quiebra sin explicación aparente. Que el lugar de trabajo y sus patrones ya no pueden asegurarle un sustento. Es muy grande el choque de quienes, de la noche a la mañana, junto a sus compañeros, deben hacerse cargo de esa firma que les daba una paga, y de buenas a primeras, pasan de ser asalariados a socios de una cooperativa. Ésta es una sensación casi común a todos los trabajadores de empresas y fábricas recuperadas. Pero el abismo al que parece fueron empujados en un destino incierto, muchas veces puede constituirse en una paradoja. Los que hasta un momento sólo fueron empleados, en una situación de crisis pueden dirigir y sacar a flote un modo de producir y ganarse la vida en común. Pero como todo tipo de construcción distinta, el camino no deja de estar plagado de obstáculos, sinsabores, marchas y contramarchas.
La fábrica de tejas y ladrillos Coceramic SA de la ciudad de Paraná parecía ser una empresa con futuro, pero desajustes administrativos, el no pago de aportes y una aparente falta de inversión la llevaron a presentar quiebra en 1991. Con los obreros en la calle, se conformó una gestión judicial, donde los trabajadores pudieron demostrar que la empresa era efectivamente rentable. En 1993, en uno de los primeros casos en la Argentina que inauguró una nueva modalidad, se resolvió constituir una cooperativa con los desocupados a partir del crédito laboral. Como parte de las indemnizaciones y salarios atrasados, se les otorgó a los ex empleados los terrenos, instalaciones y la maquinaria, pasando a ser compradores y socios.
Desde ese momento, la cooperativa fue encaminándose, hasta que en un corto tiempo que va desde 1999 y principios de 2000, una serie de administradores realizaron una seguidilla de maniobras que desataron los conflictos con los trabajadores. En este período los actuales miembros del Consejo de Administración sitúan el momento por el cual se generó una cuantiosa deuda que hoy pone en jaque la continuidad de Coceramic. Una carga que representa una suma de aproximadamente 700.000 pesos en concepto de reclamos de honorarios y préstamos por los gestores destituidos. Según sean los distintos casos, se han pautado algunos convenios de pago y por otros que continúa el litigio, pesa la amenaza de pedido de quiebra o expropiación. En cualquiera de los modos, la situación coloca a los socios en una posición de precariedad dados los escasos ingresos e inestabilidad para reinvertir y sostener la producción.
Carlos Lencina, secretario del Consejo, explicó que en el ciclo señalado ingresó “gente ajena a la cooperativa” y que en pocos meses la fábrica se desplomó. “En ese momento estaba (como presidente) Edgardo Petrussi, que manejaba y comandaba todo. (Tras su alejamiento) acá la gente no tenía noción de cómo llevar adelante una empresa. Optaron por contratar gente vinculada a la política que asesoraba como gerentes, contadores de afuera para tratar de reorganizar. Tal vez pensaron en aprender también cómo se lleva adelante una empresa. En ese período hubo una afane total, se robaron todo, dejando 96 cheques sin fondo, las cuentas de los bancos cerradas, con lo cual la cooperativa se manejaba bien, porque tenía un capital importante a partir de la capitalización desde el ‘93. Esta gente entró con la intención de terminar con la fábrica, cerrar las puertas y pensando en el patrimonio inmueble que tienen esta cooperativa, hacer un gran negocio inmobiliario. Eso es lo que pienso. Puede haber otras cosas. Pero en esto está al tanto el intendente y el gobernador”, afirmó Lencina.
-¿Quién impone esa gente?
-Y… yo creo que la política. Creo que todos quisieron cobrar parte del millón de pesos que la provincia le otorgó como préstamo (a Coceramic) en 1996. Este crédito prácticamente lo hemos arreglado. Yo creo que esto fue algo así: hoy por vos, mañana por mí. Por eso siempre uno llega con cierta duda, de si pedir o no, porque siempre hay que rendir cuentas a alguien.
-¿Este préstamo estuvo de alguna manera condicionado para que entrara determinada gente?
-Creo que sí. Calculo que fue así. Termina (la Gobernación de) Busti, entra la de Montiel, así que habrán quedado sin laburo esa gente, y bueno, entró acá a “trabajar”. Calculo que fue por eso.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
