La historia de sus visitas

Edición: 
670
Dossier: a 53 años de la muerte de Eva Perón

Claudio Cañete

Evita estuvo en Paraná al menos en dos o tres oportunidades, sin contar sus visitas a Concordia y a otras localidades del interior como Nogoyá en su gran recorrida en el denominado Tren de la Esperanza, en los agitados días eleccionarios de marzo de 1950. Pero acerca de estos episodios todavía queda mucho por investigar debido a la ausencia de archivos y documentos que fueron pasto del fuego, la censura, los robos y el olvido. Sólo algunas colecciones en hemerotecas, que corrieron con mejor suerte, y el testimonio oral de testigos de época han hecho posible que no todo se pierda en el tiempo.

Eva Perón visitó varias veces la ciudad de Paraná. Pero la ausencia de documentos, producto de censuras, eliminación de hemerotecas y robos, hizo que poco y nada quedara en manos de fondos públicos, como museos y archivos. Sin embargo, algunas cosas han sobrevivido al paso inexorable del tiempo y las actitudes de los hombres. Y algunos recuerdos han perdurado a pesar de los olvidos.

Militantes justicialistas y otros que no lo son pero que fueron testigos de época por una cuestión generacional, evocan su visita a Paraná el 3 de marzo de 1950. Es llamativo cómo la mayoría de los testimonios recopilados por las distintas investigaciones que periódicamente publica ANALISIS remiten a esta fecha. En cada relato aparece una imagen en común: Evita dando un discurso desde un palco montado en la puerta del Correo, en la esquina de 25 de Mayo y Monte Caseros, en diagonal a la Plaza 1º de Mayo. Pero a partir de allí todo se vuelve un poco más confuso. De cómo llegó ese día a la ciudad algunos lo confunden con la vez en que vino en el yate presidencial, junto a Perón, que desembarcó en el puerto poco tiempo después en mayo de ese mismo año. Y se les mezclan además otras imágenes que tienen que ver con la última visita que realizó el general, en octubre de 1953, ya viudo. En definitiva, ese día vino en tren y el acto en la plaza fue por la tarde ante una gran multitud que cubrió todos los espacios, incluyendo las calles de la periferia al rectángulo de la 1º de Mayo. En esa misma jornada colocó la piedra fundamental en las obras de la Escuela Hogar, visitó la sede de la rama femenina del partido en el local de Alem 18 y en un trayecto que hizo sobre un auto descapotable, desde la Estación de Ferrocarril, por calle 9 de Julio hasta la plaza, la vieron saludar y arrojar billetes a su paso. Un hecho que repitió luego desde el palco del Correo y que provocó serios forcejeos y empujones en esa zona de la reunión, ante semejante repartija. Dentro del edificio del Correo Evita saludó a empleados e integrantes del flamante sindicato. Esa vez también regaló juguetes entre los niños. Estos detalles son lo único en concreto, el resto de sus movimientos hasta el día de hoy es bastante complicado de reconstruir.

Una mirada fulminante

La siesta paranaense se conmovió en esa jornada por el griterío de la gente. No era una tarde cualquiera. En la escalinata principal del Banco de Entre Ríos, en la esquina de 25 de Mayo y Monte Caseros -frente a la Plaza 1º de Mayo también- un grupo de maestras observaba desde ese lugar privilegiado una postal única de todo lo que sucedía. Donde se ubicaban ellas, el palco oficial por donde finalmente salió a hablar Eva Perón, estaba a pocos metros en la esquina de enfrente, montado sobre una escalinata similar pero de la puerta principal del ya citado Correo. Instalado a una altura considerable, para que nadie se pudiera trepar, adornado con una Bandera Argentina y un escudo justicialista, se llenó de a poco con gente cercana al gobierno y otros que tenían que ver con la organización del acto. Mientras tanto, poco espacio en blanco quedó en toda la superficie de la plaza. El techo de los colectivos fue también un lugar apropiado para tener una mejor visión, tanto como las copas de los árboles y los caños de los faroles. La gente del interior había llegado en camiones, micros y hasta carros rusos de cuatro ruedas tirados por caballos.

Las maestras de la escalinata eran de la Escuela Estrada Número 96: María Victoria Albelda, Celina Rodríguez, Purita Magnin Brollo de Gamboa Igarzábal, las señoras Grillo (primer grado superior), Nicolini (segundo grado), Rossi (quinto grado) y Potola Londero de Demonte Vitali (sexto grado) y su directora, la señora Vera Mántaras.

Evita llegó ese día en tren y al bajar repartió, flanqueada por sus asistentes, paquetes con ropa y juguetes entre quienes se acercaron a recibirla. Como ya se señaló, en la ocasión también colocó la piedra fundamental de la Escuela Hogar, cuyas obras habían comenzado el año anterior. Pero su gira por tren tenía otras intenciones: apoyar la campaña electoral del general Ramón Albariño, que era candidato a gobernador en las elecciones que se celebrarían dos días después y en las cuales triunfaría.

Evita descendió del vagón presidencial y, rodeada por una multitud que apenas la dejaba avanzar, pudo subir a un auto sin capota desde donde saludaba al público que a ambos lados de la calle 9 de Julio la vitoreaba. En los días previos un fuerte temporal había derrumbado las empalizadas de la estación de trenes que estaban a lo largo del Boulevard Racedo. Este hecho obligó a quienes esperaban su visita a levantar los paredones amarillos y los altos alambrados que hasta el día de hoy se mantienen, como vestigios de un pasado cada vez más desdibujado.

Podemos citar algunos de los alumnos de estas maestras que también estaban allí: Luis Venturotti, Marta Silva, Chichita Gálvez, Norma Fernández, Atilio Redondo y Miriam Reinoso, entre otros tantos.

Lo cierto es que una vez comenzado el acto, en los momentos de la apertura, como era costumbre en aquella época, se cantó la canción Los muchachos peronistas, la marcha partidaria. “Nosotros no cantábamos. Permanecimos en silencio. Evita nos miró seria y luego nos retiró la mirada. A los pocos instantes nos volvió a mirar como con cierta sorpresa, como para cerciorarse de que era verdad que no estábamos cantando. Sentimos su mirada fulminante, y luego giró su cara y no nos miró más”, recordó Purita Magnin Brollo de Gamboa Igarzábal en diálogo con ANALISIS. “No cantábamos porque no éramos peronistas pero no sentíamos ningún tipo de rencor. De todas maneras, con el tiempo me di cuenta del significado de su obra y aprendí a valorarla, ahora te digo que fue una mujer extraordinaria”, aclaró la señora de Gamboa Igarzábal.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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