Un arca del saber al servicio de la comunidad

Edición: 
657
Los 132 años de la Biblioteca Popular del Paraná

Florencia Penna

El hermoso edificio ubicado en Buenos Aires 256 atesora miles de volúmenes que constituyen un reservorio espiritual y enciclopédico de la ciudadanía. Pero también guarda en sus paredes miles de secretos, historias y anécdotas de quienes forjaron un determinado país, una determinada ciudad. Nacida al fragor del proyecto de una Argentina moderna, con sus políticas “civilizadoras” y liberales que finalmente se impusieron, la Biblioteca Popular del Paraná se abrió camino, no sin el esfuerzo de generaciones de voluntarios que lucharon por su permanencia, entre el positivismo, aquella filosofía espontánea de la vida que valoraba la eficiencia, el pragmatismo, el orden y el progreso. En el presente informe, ANALISIS reconstruye sus orígenes, sus períodos de adelanto y de paralización, y los principales hitos en la historia de la institución. También presenta las tareas que lleva adelante la actual gestión, que recientemente amplió el salón de lectura y reactivó el proyecto para que sea declarada patrimonio histórico nacional.

Dos de las musas protectoras de las Ciencias y las Artes, Clío -que preside la Historia- y Calíope -la Epopeya-, escoltando a Hermes -dios del comercio y del mercado pero también de oradores y escritores-, invitan a entrar a la Biblioteca Popular del Paraná. Organización civil sin fines de lucro, este templo de los libros es público pero no estatal.

La asociación fue fundada por un grupo de vecinos “progresistas” convocados en asamblea el 1º de marzo de 1873, bajo la égida de la Ley Nacional 419 protectora de las bibliotecas populares (BP). Esta iniciativa del entonces Presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento, fue promulgada por el Congreso el 23 de septiembre de 1870. Su reglamentación fue decretada en 1872, año en que Entre Ríos sancionó una similar, lo que seguramente contribuyó a que aquellos hombres no pospusieran su empresa, ni que decayera su ánimo cuando en mayo de 1973 se desatara una guerra civil. El primer presidente de la BP fue Justo Comas.

Transcurrieron 38 años “de vida militante” hasta que se logró obtener una sede propia. Al principio se asentó en lo que entonces era la Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Confederación, donde actualmente se encuentra la Escuela Normal. En mayo de 1885 se trasladó a la casa de Saturnino García, propiedad ubicada en la calle Andrés Pasos entre San Martín y Corrientes, para pasar a establecerse en febrero de 1890 en calle Buenos Aires, al lado del Colegio Nacional. En mayo de 1904 se designó una nueva Comisión Directiva, encargada de proyectar los estatutos de la institución, cuya presidencia fue ejercida durante 10 años consecutivos por el doctor Antonio Medina. Ese año, y con dinero donado por el gobierno de la provincia, la biblioteca se mudó al local de Antonio Reviriego, en Buenos Aires casi esquina Urquiza, lote donde más tarde se construyó el actual edificio de El Diario. De allí pasaría, en 1907, a un salón de la Sociedad Española en calle San Martín.

El 25 de mayo de 1908 fue colocada la piedra fundamental del edificio que la albergaría hasta hoy, en un terreno adquirido a Francisco Almendral. Esa fecha, una “felicísima coincidencia” al decir de Medina en su discurso, fue propicia para dedicar la obra a los hombres de la revolución de 1810: “Se invocan los manes de los próceres de Mayo para poner a su auspicioso amparo una empresa patriótica”. El presidente ya auguraba que “gozaremos con la dicha de contemplar a nuestra hermosa edificación, hiriendo agradablemente con su artístico macizo arquitectónico, las miradas y rostros henchidos por júbilo patriótico, de los que tengan la bienaventuranza de festejar el Gran Centenario de nuestra emancipación política”. Ya aprobados los planos confeccionados por los arquitectos de Buenos Aires Fassiolo y Storti, al año siguiente se contrató la edificación al arquitecto Pedro Fabro. Así fue que el 27 de mayo de 1910 tuvo lugar la inauguración, pero recién pudo habilitarse al año siguiente. Según apunta el diario porteño La Argentina del 9 de agosto de 1911, el edificio fue construido con la ayuda del gobierno nacional y del gobierno de la provincia. Este último, allí se explicita, contribuyó con la suma de 10.000 pesos. Para esa fecha, la biblioteca contaba con 10.000 volúmenes y con 350 socios. Es curiosa la observación del cronista: “Llama la atención la obra de detalle, ejecutada mediante severo control de la presidencia, lo que ha producido el hecho de que un edificio que por sus proporciones habría costado 300.000 pesos, sólo haya costado poco menos de la mitad”.

La habilitación también contó con su acto, realizado por otra “felicísima casualidad” el mismo día en que la Nación recordó el centenario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, el 15 de mayo de 1911. Medina no escamoteó en elogios: “Aquel brillante astro intelectual personificado, encarnado en la vida de un ilustre prócer, de un hombre superior”, entre otras cosas por su decisión política de crear y fomentar bibliotecas populares. “Al amparo de tan plausible iniciativa, formóse nuestra institución, tomó nacimiento y existencia legal con el nombre de Biblioteca Popular del Paraná”. Estuvieron presentes, además, el gobernador de la provincia, doctor Prócoro Crespo; el ministro de Hacienda, Justicia, Cultura e Instrucción Pública, doctor Manuel de Tezanos Pinto; el director general de Escuelas, profesor Manuel Antequera; el comandante Ladislao Fernández y el doctor Emilio Reviriego, entre otros.

Para Medina, esta “hermosa casa hoy entregada al servicio público y que honra verdaderamente a Paraná”, era “nuestra casa popular, la vuestra, la de todo el mundo que quiera pisar sus democráticos dinteles, desde hoy abre al público de par en par sus portales”. Y si bien especificó que “¡ardua ha sido la honrosa tarea!”, también dijo que los “plácemes unánimes que llegan hasta nosotros como nuncios jubilosos, fluyentes de corazones sabedores de lo que representa la obra como síntesis de esfuerzos, la compensan con creces, porque la saldan, la pagan con esa moneda de las recompensas morales, precioso numerario convertible en el comercio activo de las almas altruistas que, felizmente, circula todavía en el mundo para honor de la humana especie.”

Otro símbolo a recordar es el busto de don Miguel de Cervantes Saavedra -realizado en mármol blanco por el escultor Gilardoni-, entregado a la biblioteca por una comisión constituida para elaborar un programa de actividades en conmemoración de los 300 años de la muerte del escritor. Fue el 30 de abril de 1916, días después que la antigua calle Venezuela pasara a llamarse Cervantes.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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