Aturdido tras la rotunda negativa del radicalismo a acompañar la reforma de la Constitución de Entre Ríos, el gobierno debió salir a improvisar una alternativa que deje abierta una puerta a la reelección del gobernador Jorge Busti. Si no hay cláusula reeleccionista “ahora mismo se desata una interna que deja al justicialismo partido en 10 pedazos y con la posibilidad de volver a la sombra”. El fatal diagnóstico no sale sino del propio bustismo, y por eso la desesperación. El oficialismo hace equilibrio entre el repentino odio contra la UCR y la necesidad de seducción hacia los otros bloques de diputados, con la esperanza de encontrar los cuatro votos salvadores.

Jorge Riani

Con la resolución negativa de la Unión Cívica Radical a acompañar las pretensiones oficialistas de convocar a la reforma de la Constitución de Entre Ríos, el gobierno provincial debió salir urgentemente a jugar su Plan B: la consulta popular para que el electorado decida si efectivamente hay que modificar el texto de la carta magna.

Lo peor del caso es que ni siquiera había Plan B, porque en la mente del oficialismo no cabía la posibilidad de que el centenario partido se negara a reformar la Constitución, que es lo que finalmente ocurrió en el Congreso partidario realizado el sábado en Villaguay. Por eso mismo tampoco el justicialismo se había tomado muy en serio la convocatoria a plebiscito, y no le daba otro carácter que el de un apurón de último momento a los congresales radicales para que se decidan, de una vez por todas, por el sí a la reforma. La hipótesis de máxima era pelear contra lo que el propio gobernador llamó “el ni del radicalismo”.

Hay que recordar que el presidente de la bancada de diputados justicialistas, Emilio Castrillón, fue el vocero del encuentro del gobernador con los legisladores oficialistas, el lunes pasado, cuando se decidió impulsar el plebiscito, apenas unos días después de haber dicho el legislador paceño que la “consulta era un gasto innecesario”. Y el ministro de Gobierno, Sergio Urribarri, defenestró tempranamente la posibilidad cuando el ex senador Marcelo Casaretto se la presentó al gobernador.

Pero aunque todos contaban con un “sí”, un “puede ser” o un “ya veremos” de la UCR, las cosas salieron al revés, incluso para muchos radicales que esperaban encontrar en una elección a convencionales constituyentes una oportunidad de rearmar el discurso político interno, aprovechando que en esa contienda electoral el oficialismo tendría que remar con un lastre de dudosa aceptación por parte del electorado, como es la habilitación para que el actual gobernador Jorge Busti pueda ser reelegido.

En medio de una escena controvertida quedó el ministro político de la provincia. Pero algunas tenues voces justicialistas admiten que si Urribarri llegó al día lunes como ministro fue porque no hizo otra cosa que seguir la ruta señalada por el propio gobernador. Como sea, con un resultado inesperado para el oficialismo.

El futuro del poder

La tenacidad con que se ha lanzado el oficialismo provincial a pelear la reforma, deja en claro que el fin último no es otro que el de la reelección del gobernador. Aun cuando no se sepa a ciencia cierta -fuera de la cabeza del mandatario- si efectivamente Busti quiere volver a ocupar el principal sillón de la Casa Gris allende el 2007. Hoy, en el bustismo no duda un segundo en responder dónde radica el interés en la cláusula reeleccionista: “Si Jorge no tiene la reelección, ahora mismo se desata una interna que deja al justicialismo partido en 10 pedazos y con la posibilidad de volver a la sombra”.

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