Por Hugo Remedi (De ANÁLISIS)

Entre quienes frecuentamos el mundo del fútbol, como observadores claramente, surge preguntarnos en más de una oportunidad de qué juega tal o cual jugador: o por qué tienen una posición establecida y luego se mueven, diría el Coco Basile, o bien por què son todo terreno y en ello se les va el desafío de hacerlo mejor o no. Un reconocido técnico de alcance internacional y argentino, él diría casi como sentencia, que casi todo lo que pase en la vida se puede contrastar con lo que suceda con el mundo del fútbol.

Y aquí sobreviene, dentro de ese paralelismo simbólico, poner a la metáfora futbolera como disparador para analizar lo que está siendo para la mayoría de los prudentes entrerrianos este recorrido de los últimos días de gestión de gobierno, más allá de la minuta comunicacional oficial. Y, cuyo principal actor es, obviamente, el gobernador Rogelio Frigerio.

¿Es el mandatario provincial un jugador con posición establecida que se mueve o es un todo terreno? En principio, la crisis consolidada profundamente y la fractura con el gobierno nacional lo obligaron a ponerse otra camiseta que la que tenía elegida para la ocasión de ser gobernador de otra época diferente a la que propuso Javier Milei.

¿O es una especie de mamushka donde tiene a varios jugadores dentro de la misma muñeca?

Es Frigerio, en consecuencia, un eterno abonado a cuanta cámara televisiva esté a mano, sobre todo a nivel nacional en un rango de convocatoria y protagonismo que no tiene precedentes en casi ningún otro mandatario, salvo Axel Kicillof obviamente. Pero que, sin embargo, en ese mismo rumbo trabajado marketineramente en los laboratorios de ensayos nacionales, no descuida a los flashes provinciales.

Es en ese sentido, el gobernador que agarra una brocha para pintar un pedacito de una escuela en Paraná o el que se pone unas botas y palea un par de veces en zona de inundación en Gualeguay con TN cubriendo la noticia. O, por caso, haciendo una insípida propaganda de repelentes como modo de combatir al dengue con el ministro del PES, que a propósito ha sido anunciado por enésima vez sin que haya dado un solo paso en concreto.

Valdría preguntarse, a consecuencia de lo anterior, cuantos funcionarios más aparecieron con la brocha y la pala, acompañando la gesta del gobernador y cuanto tiempo la dedicaron para que no quedara solamente como el simbolismo de lo que, usado en otras manos, sea calificado como demagogia o populismo.

Pese a ese esfuerzo de cámaras que no luce para nada suficiente y producto de lo desolado de la situación, esta provincia como tantas otras solo camina con las piernas de la inercia.

O es Frigerio el hombre que, pese al desprecio ofrecido, es el mayor “afecto” con el que cuenta el presidente Milei en este trance miserable que se está viviendo, siempre claramente en nombre de la responsabilidad tutelar de gestionar el futuro de una provincia.

O es el gobernador al que, con las manos atadas, producto de un federalismo mentiroso, solo le queda recurrir en la coyuntura a seguir mostrando los problemas y prometer a futuro la llegada del Mesías a cuenta de Milei.

O es un gobernador con un alentador discurso moralista con efectos profundamente antikirchneristas.

Si hay que corregir se corrige y se manda al mal alumno a la dirección, si la desprolijidad carga sospechas amerita decisiones más profundas y si hay certezas de corrupción se va a la justicia sino se es coautor del delito, así de simple. Porque es en los silencios cómplices donde la “casta” diría el libertario más famoso, intercambia favores a tono con las circunstancias: el famoso hoy por tí mañana por mí. 

O es el gobernador, que en un medio nacional y con Luis Majul conduciendo dijo “no sé que viene después” si se fuese Milei. Cuando en realidad uno supone que lo que viene es un nuevo presidente dentro de cuatro años y entonces no sumar incertidumbre a la posibilidad de colapso institucional.

O, por si acaso, el que habla de volver al cobro del impuesto a las ganancias aunque insista en llamarlo de otra manera, como para atenuar el impacto negativo y apuntado a un sector reducido.

También fue el que dijo “yo no necesito nada a cambio” si ayudo a aprobar las iniciativas de Milei y agregó que “la clave es el tema fiscal”. 

En definitiva, todos los caminos conducen a Roma. Y él como “bicho viejo” de un poder central que maneja discrecionalmente las terapias intensivas de las provincias, y del cual fue inquilino, conoce demasiado bien sus efectos no deseados y por ello ruega sentir pronto el calor del poder que hoy tiene Milei.

Todo lo que queda para el futuro inmediato es entonces esperar la nueva convocatoria de Milei suponiendo resultados totalmente inciertos.

O como dice el refrán: “con el mazo dando”, donde está bien encomendarse a la providencia cuando deseamos algo pero haciendo, a la vez, todo lo que esté en nuestras manos para lograr lo que se pretende.

Ya pasaron 100 días de gestión, terminó la luna de miel: hora de volver a las cosas para los entrerrianos.