Otro 24: el Palacio, las plazas y Charly García

(Imagen: conicherep.com)

Por Coni Cherep (*)

 

Pasó el 24 de marzo. Las imágenes en todos los diarios muestran a las multitudes en las plazas. El gobierno de Javier Milei puso en circulación un video provocador, que nunca habla del 24, sino de algunos hechos ocurrido antes del 24 y que parecen «justificar» el golpe del 76 y con él, los horrores que ya fueron aclarados y condenados por la justicia argentina.

Charly García suena, como sonaba en 1983, y repite que si, que todos podemos desaparecer, pero que los dinosaurios van a desaparecer. Y tenía razón: ya desaparecieron.

En las plazas, repletas, un puñado de argentinos recordando lo que hay que recordar. Pero con una intensidad… ¿Exagerada?. Prefiero decir sobreactuada. Y digo lo que realmente pienso: al servicio de Milei, a pesar de que todos los que marchan, lo ignoren.

Las marchas están encabezadas por dirigentes políticos que administraron o coadministraron el Estado durante los últimos 25 años. Ellos portan banderas que dicen MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA. Una frase que no admite discusión, pero que pasada por el tamiz de las gestiones kirchneristas, parece una broma. Si algo caracterizó al país en las últimas dos décadas, ha sido la impunidad, la mentira y la desmemoria. Selectiva, claro.

¿ Qué queda en pie de aquello que estamos discutiendo? ¿ Qué estamos discutiendo, mientras Milei nos provoca con un video y se ocupa de despedir de un plumazo a 1.300 trabajadores del ANSES? ¿ Qué estamos mirando? La repetición de frases hechas, la aplicación de ejemplos en los discursos que valían (y al final no valían) para explicar lo acontecido en 1976, han dejado de existir. Ni hay un plan norteamericano para instalar golpes de estado en todo el cono sur, ni hay militares dispuestos a tomar el poder. ¿ Cual es el fantasma que estamos comprando?

¿Qué le estamos proponiendo a la mayoría de una sociedad hastiada por las carencias, la corrupción y la falta de futuro, los que nos erigimos como los defensores de un asunto que a todas luces no está en peligro?

Me aburro. Milei, a quien subestimamos demasiado, sabe que no hay peligro. Pero azuza para que los sectores que provocaron el cansancio moral de la sociedad salgan a escena: Entonces Cristina twittea y pretende bajar linea y ellos propagan: ahí la tenés. Y Estela de Carlotto, con sus frágiles 90 años tropieza y dice que «hay que cansarlo y que se vaya pronto», y ellos multiplican : «¿ Ves? No son democráticos». Y se altera Martín Caparrós y derrama una justificación sobre los crímenes de los grupos armados y no falta quien diga: «Ahh, ahí lo tenés. Nuestros muertos valen menos que los de ellos»

Al final gana Milei, de nuevo. Terminan diciendo lo que él quieren que digan. Y aunque las plazas estén repletas, el 24 no deja de ser un domingo más, un día más, en las que las verdaderas mayorías se ponen repelentes para evitar el contagio de dengue, en las otras plazas, en las orillas de los ríos, en las costaneras, mientras ven caer el sol, al ritmo de una canción de moda.

El 60% de los argentinos vive en medio o al borde de la pobreza. Las fábricas anticipan una ola de de despidos muy alta. El gobierno licua los salarios, las jubilaciones y manosea la psiquis de los contratados y lanza globos de ensayo trágicos. Dicen que habrá 1300 despidos en Anses, que van a cerrar la TV Pública. Mientras «nosotros» discutimos si estuvo bien o mal condenar a los jefes montoneros. Que las leyes de Obediencia debida, que el punto final, que los dos demonios, que no fue una guerra, que son 30 mil… ¿ Que estamos discutiendo que ya no hayamos discutido?

En el Palacio, Milei se ríe de nosotros. Las encuestas dicen lo que no terminamos de entender, porque en realidad dejamos de entender casi todo hace mucho tiempo: La gente no aguanta más el relato victimista. La gente, la inmensa mayoría de la gente, no quiere que sigamos hablando de lo que ocurrió hace 50 años. Porque quiere que le hablen de lo que van a hacer con sus vidas los próximos dos meses. Todo lo demás, por importante que suene, por conmovedoras que sean las historias, pasó. Pasó, aunque joda. Pasó. Y no podemos seguir hablando de eso, como si estuviera pasando, como si fuera a pasar mañana.

Darle semejante centralidad a lo ocurrido hace 50 años, cuando la justicia ha resuelto la mayoría de las responsabilidades de los genocidas, cuando la mayoría de los responsables están muertos, cuando la mayoría de los ciudadanos ni siquiera recuerdan quienes son, parece disruptivo, pero no deja de ser profundamente funcional a las necesidades de Milei. El quiere eso, él necesita eso, mientras se ocupa de bajar el déficit.

Si la progresía- segmento en el que, todavía, me siento incluido- no se detiene a mirar alrededor. Si no hace una profunda autocrítica. Si no purga a los culpables concretos de los números patéticos de la macro y la microeconomía argentina, no habrá marcha que alcance. Ni una, ni diez, ni mil plazas de mayo.

Si se siguen ofreciendo las mismas caras que encabezaron el fracaso, si no se purga de la escena principal a los que en el imaginario colectivo, representan 20 años de inflación, recesión, corrupción, estado al servicio de la militancia, militancia a cambio de empleo y todas esas cosas que Milei usa para definir a la nunca definida «casta», no se está ofreciendo nada.

Los problemas reales de este país, no son los que ocasionó la dictadura. Nos guste o no. Eso funcionó durante el kirchnerismo. Ya no funciona. Entre otras cosas, como dice Pablo Guerchunoff, porque el abuso de la causa mientras la calidad de vida de la clase media argentina se hundía, terminó por asociarla a las peores prácticas de la política.

A esta Argentina desintegrada, la desintegramos en enfrentamientos baldíos, en divisiones estúpidas y banales, en la pérdida del tiempo y los recursos para sostener una ficción, que tarde o temprano, como todas las películas, iba a terminar.

¿ En serio le vamos a seguir hablando de Justicia, mientras los «propios» se aprestan a votar a ese símbolo de la corrupción, que es el juez Lijo, para ser miembro de la Corte?

¿En serio, vamos a seguir hablando de memoria, si funcionamos como cómplices y justificadores de millonarios que no pueden explicar sus riquezas y que cada vez que tienen que dar explicaciones se amparan en el «lawfare» para decir que todas son operaciones políticas?

¿ En serio vamos a decirle a la sociedad que exigimos VERDAD, si nos hemos pasado negando la verdad durante los últimos veinte años, sin tomar medidas para evitar este desastre de nuestra economía, esta parálisis del desarrollo, este sembradío de pobres?

Ahora, hay un horrible monstruo con peluca, como nos avisaba Charly. Y no nos engañemos: No es la consecuencia de la derechización súbita de la sociedad. Los argentinos, creo que todos, queremos ser más o menos normales. Poder hacer planes a corto plazo. Que nos alcancen los sueldos para llegar a fin de mes. Que bajen los niveles de violencia en la calle. Que no nos maten por un par de zapatillas. Que nuestros hijos tengan clases, que vuelvan a casa, sin riesgos en la madrugada. Que los viejos tengan jubilaciones dignas. Que los impuestos no nos impidan comer. Y que los que trabajamos y somos honestos, tengamos la sensación de que tiene sentido hacer esos esfuerzos.

Que ser docente, médico o enfermero en el ámbito público, tenga sentido.

Que el transporte funcione. Que ir a trabajar cada mañana no sea una aventura.

Todo lo demás, hoy, es minoritario. Es accesorio. Es una preocupación secundaria. Y hay muchas razones para que lo sean.

Que puede ocuparnos, claro, cada 24 de marzo, pero nada más. Y nada menos. Hay demasiado para hacer en el presente, hay que hacer futuro ya y no lo podemos construir desde el pasado continuo.

Duele, claro. Pero es la verdad. Y a la verdad, tenemos que defenderla, siempre. No solo en las banderas.

 

(*) Artículo publicado originalmente en conicherep.com

 

 

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