Por Jorge Daneri(*)

Santiago Reggiardo dejo su mundo, el de la ética política, en primavera, sembrando miles de semillas para comprender y sentir que es por ahí, contemplando sus pasos, las huellas del buen caminante, el sendero del reencantamiento de la política.

En su convivir, compartir cotidiano, Santiago sueña, deambula y esculpe ese reencantamiento de las ideologías socialdemócratas, socialistas y ecologistas, convocando a las juventudes reformistas a levantar el vuelo de millones de mariposas, arco iris esperanzador que con su efecto transformarán los modos degradados del ejercicio político en semejante crisis de civilización.

Santiago, aliancista, coalicionista, constructor de acuerdos, equilibrios, político en tiempos de incomprensiones, pragmáticos del vacío, mercaderes de la política y la corrupción.

Santiago comprendió y se comprometió incansablemente con el cambio de época, con esta crisis de civilización y acompañó sus "efectividades conducentes" en la Convención Constituyente, como un resumen, una síntesis esperanzadora de su vida política toda.

Santiago expone una alucinante capacidad de escucha, aguda visión en los análisis de contexto y riesgo, amplitud y proyección de político lúcido, tranquilo, incansable, soñador sin límites, cargado de utopías de que un socialismo popular, transparente y profundamente democrático como renovado desde esas juventudes de espíritu, es posible y está en marcha. Convicción inmersa en su actitud coherente y constante, ser humano de alma fresca y franca en esa mirada cristalina desde una juventud sin tiempos que solo hombres así llevan en su expresividad y experiencia reflexiva, siempre serena.

Y Santiago es amigo. Amigo desde el origen raíz de la palabra. Santiago podía cultivar la amistad no agrietada, no caía en la trampa de los militantes de la confrontación despiadada y suicida para las sociedades. Santiago, como Luis Agustín Brasesco, Don Eduardo Solari, Antonio Cafiero, Rubén Ghiggi, regaron la amistad porque podían abrazar en su hacer política, sus valores entre radicales, socialistas y peronistas, sabían brindarse esos vínculos que por fin y para siempre, sostienen democracia y más democracia, aquellos "comunes denominadores" en la búsqueda de Raúl Alfonsín. Comprendían que hacerlo así determinaba que la política no es una profesión, ni un ejercicio de mercaderes, es una ética de servicio en beneficio mayor de los pueblos, es la actividad quizás más maravillosa para cultivar los sentidos de vida que Santiago expone en el transitar de su vida y así enseña, una y otra vez.

Se va para quedarse en primavera su esencia, la de la política de los bolsillos flacos y la mirada reluciente, de nuevo, brillante, esperanzadora, la política de los contenidos y los principios, "La Política". Las juventudes socialistas llevarán su perfume en la roza roja de esta primavera, la fragancia que riega la felicidad de la lucha, del caminar, la de Santiago, la de la primavera suya, ésta.

Que la primavera te lleve, es tu cobijo, un cuenco donde la madre tierra recibe al hombre de madera dura y ternura política, reformista extremo en sus principios transformadores, artesano de la construcción coalicionista amigable y amorosamente utópica.

Santiago es un ejemplo inapelable de que sí es posible otros modos de hacer política y caminar por las calles con la frente alta y la dignidad intacta.

Gracias, siempre gracias, gracias amigo político. La ética de la primavera seguro agradece y celebra tu sabiduría y fortaleza, así te saluda y recibe con tu sonrisa en reciprocidad solidaria y bienvenida.

(*) Abogado espeializado en Derecho Ambiental. Ex concejal de Paraná.