Bartolo, el perro del barrio.
D.E.
Bartolo fue el perro adoptado por la revista ANALISIS durante muchos años, en calle Pellegrini. El no era de nadie, pero también era de todos. De hecho, lo bautizamos con ese nombre y le quedó para siempre. Con su mandíbula golpeada por vaya a saber qué circunstancia, que le dejaba afuera uno de sus colmillos, el perro callejero del barrio quiso quedarse para siempre en la zona. Era el perro más gruñón, pero también el más cariñoso. El que llegaba a cualquier hora, en especial en las largas noches de cierre, para quedarse en los pies de alguno de los armadores y ponerse a dormir como si a su alrededor no pasara nada.
Era también el que cuidaba la puerta de la revista como el mejor perro guardián, pese a su cuerpo golpeado por la vida y a su ladrido poco convincente para asustar a quien llegaba. Siempre fue más fuerte su imagen, con el colmillo afuera, la que impactaba a primera vista. Pero no era más que eso.
Cuando nos fuimos con la revista a calle Libertad, Bartolo optó por quedarse en el barrio. En realidad lo adoptó Silvina, esa gorda buena, que no dudó un instante en sumarlo a sus otros perros, cuidarlo, darle de comer y llevarlo al veterinario por los primeros problemas de corazón que tuvo Bartolo. Estaba en la casa de su nueva dueña, en calle Sebastián Vázquez, pero nunca dejó de entrar y salir, como Pancho por su casa, a la ex sede de la revista, pese a sus nuevos habitantes, que también lo sumaron como uno más.
Bartolo tenía cerca de 20 años y a mediados de junio no le dio más el corazón. Caminaba muy lento, casi no ladraba y había dejado de ser ese perro inquieto y divertido, que iba y venía por la cuadra del barrio, a toda hora y sin importar el frío o la lluvia. Se fue un perro bueno, de esos que generaban ternura. Seguramente debe andar correteando por el paraíso perruno, mostrando su colmillo temeroso, que nunca mordió a nadie, porque en realidad era parte de su sonrisa.