Por Camila Fernández
Si bien hoy es parte de nuestro paisaje cotidiano y cuenta con una gran difusión, el grabado no siempre fue considerado arte. Quizá aún hoy el público en general poco conoce de su importancia en la divulgación de textos que han sido claves en la historia de la Humanidad –como la Biblia-, las ideas renacentistas o de su incidencia fundamental en el desarrollo de los periódicos y la publicidad en el siglo XX. Lo vemos en carteles, remeras, afiches, libros y en incontables objetos de diseño que usamos a diario.
El grabado consiste en un proceso de estampación que posibilita la reproducción de una imagen a partir de una matriz, que puede ser realizada en diferentes soportes: madera, piedra litográfica, linóleo o metales. El uso de esta técnica de forma masiva a partir del siglo XV implicó que una obra pueda ser conocida y disfrutada en sectores de la población que usualmente no tenían acceso al arte (pintura y escultura más que nada), patrimonio exclusivo del clero y la nobleza por aquel entonces, difundiendo a mano de los artistas y editores relatos, ilustraciones y dibujos que han alimentado nuestra cultura y lo siguen haciendo.
Así lo explicó Guillermo Hennekens durante el recorrido dialogado “500 años de grabado. De Durero a Picasso” el jueves 23 de agosto, haciendo hincapié en la importancia de la estampa en el mundo de los libros y del arte, lograda a través del impacto que produjo la introducción de artefactos modernos como la imprenta. En esa oportunidad, el artista realizó una serie de paradas en las distintas salas donde están exhibidos algunos de los elementos que se utilizaban en el pasado para grabar y que se siguen usando hoy en día, exponiendo las técnicas del grabado, quizá un poco menos conocidas que las de la pintura y la escultura, artes que han tenido mayor difusión a lo largo de la historia. También en la muestra pueden admirarse libros de un gran valor histórico entre los cuales se observan grabados de artistas del siglo XV y XVI.
—El grabado tiene su gran desarrollo en Europa durante el Renacimiento, pero es una técnica antigua...
—Sí, los Sumerios–civilización que habitaba la Mesopotamia de Oriente Medio hace 3000 años-dibujaban una serie de signos que formaban un alfabeto en una superficie de piedras pulidas -con forma cilíndrica- que luego hacían rodar sobre arcilla blanda, dejando la impresión del diseño original. En China también se empezaron a hacer imágenes en piedra, símbolos budistas que se imprimían sobre tela y luego sobre papel. Fueron los árabes quienes llevaron una técnica parecida a la de la arcilla a Europa y allí es cuando, a comienzos del siglo XIII, aparecen las primeras estampas de juego (naipes) y las piadosas (religiosas), una adaptación europea que consistía en una técnica muy rudimentaria para imprimir. En ese momento, el grabado no era un arte… Es recién en el siglo XV que va a tener un desarrollo artístico de la mano de artistas como el alemán Alberto Durero (1471-1528), quien introduce la xilografía con una marca de talento destacada porque eran orfebres. Se grababa sobre madera, metal (se hacían con buriles de talla directa y después con mordientes) y contaban escenas bíblicas, como sucedía en la pintura o la escultura. Lo que lo diferenciaba era que la condición básica del grabado era la reproducción y se comenzó a imprimir sobre papel más de 100 estampas, posibilitando que las imágenes sean difundidas con mayor alcance, no como la pintura que en ese entonces era patrimonio del clero y delos nobles. El grabado contribuyó a la difusión del arte en todo el mundo, pero inicialmente fue en Alemania, Italia, Holanda, Francia e Inglaterra durante el Renacimiento.
—¿Es por los temas y por la posibilidad de reproducir la obra de arte que tiene el grabado que fue considerado desde sus inicios como un “arte popular”?
—Sí, claro. Porque mucha gente no tenía la posibilidad de conocer el arte si no era a través de estas imágenes. El grabado también fue fundamental, por ejemplo, en la conquista de América. Con la instalación de la imprenta en México en 1535 los europeos empezaron a imprimir la Biblia, donde el grabado era muy importante para difundir las imágenes religiosas.
—¿Cómo se pone en valor al grabado original diferenciándolo de las estampas?
—Las estampas son controladas por el artista, ayer y hoy. Hay una matriz original a partir de la cual se realizan las estampas en un taller de edición y el artista las firma una por una, aclarando la técnica y el lugar donde se editó. Esto era algo muy común en el siglo XVI, XVII o XVIII, donde había grandes imprentas, en donde se hacían los libros y estos mismos editores muchas veces trabajaban con el artista en la impresión de la matriz. A veces estas series se encarpetaban y se vendían en librerías especializadas, de las que todavía hay en Europa o Estados Unidos, que se dedicaban a vender estampas de grabado.
—Cada época tiene a su vez sus asuntos de los que hablar… ¿Hubo cambios en los temas que abordan los grabados?
—En un principio eran imágenes religiosas, del juego, luego fueron más bien mundanas y de costumbres, estilos como el Manierismo, el Clasicismo o el Rococó… Los temas del grabado fueron contemporáneos a los de la pintura. Pero no todo eran escenas cotidianas y paisajes. Goya, que fue un gran pintor de la Corte, dejó una enorme colección compuesta por “Los caprichos” -serie de 80 grabados que representa una sátira de la sociedad española de finales del siglo XVIII, sobre todo de la nobleza y del clero-; “Los desastres de la guerra” (realizada entre 1810 y 1815) o “La tauromaquia” (1816) -entre otras obras- vinculada a una crítica profunda dela sociedad española. Es decir, los artistas también retrataban las miserias de la época. El grabado a su vez introdujo elementos que se desarrollaron luego en la gráfica. Uno de los artistas que está presente en esta muestra es el francés Honoré Daumier, que se dedicó a la litografía y cuenta en sus dibujos escenas cotidianas de gente viajando en tranvía, hasta personajes caricaturizados y satirizados de la política que darán paso a lo que sería la ilustración en los periódicos, sin ser publicidad. Ello marcó un antecedente. Hay otro dibujo de Toulouse-Lautrec donde ya se ve otra cosa. En el siglo XVIII él fue el creador delo que hoy conocemos como el afiche contemporáneo, donde a través de la litografía trabajaba por ejemplo, los primeros carteles que taparon la ciudad de París promocionando el Moulin Rouge. Con un anclaje de texto muy breve Toulouse-Lautrec dibujaba los afiches, marcando la historia de la publicidad del siglo XX.
(Más información en la edición gráfica número 1084 de la revista ANALISIS del jueves 30 de agosto de 2018)
