La dignidad de la impermanencia

Por Jorge Daneri (*)

La civilización en la que vivimos en estos tiempos pasó los límites que su madre, la Tierra, puede tolerar. Hemos violado la dignidad del mundo que nos dio la vida, a los unos y tantas otras madres que cultivaron amores para la perpetuidad de los seres humanos y no humanos. Los reinos de vida diversos están en proceso de extinción.

Somos parte de una civilización que perdió el sentido de la ternura, el respeto y la dignidad en la relación con la diversidad de seres de los cuales depende.

Perdió el sentido, la conciencia de su impermanencia y la ética en la continuidad convivencial de sus hijos, nietos, generaciones futuras de sueños posibles y amorosos; sí, del porvenir.

No respeta los límites naturales reconocidos por su propia ciencia. No politiza el amor por lo otro no humano. No lo quiere pensar, desarrollar, escribir, exponerlo en plataformas políticas, enriquecer ideologías, menos aún conformar propuestas, proyectos, tránsitos.

El problema, que es enorme, es que aún esta civilización, su paradigma de dominación productivista consumista (“La razón productivista” -1-), resulta ser mayoría en su representación política y en proceso de profundización, no solo en Argentina, en gran parte del planeta.

Es un suicidio colectivo, gestionado por la voracidad demencial de poderes retrógrados, casi dioses -2- que buscan hasta la eternidad espacial, nanotecnológica y biotecnológica, o las dos integradas a la inteligencia artificial, quizás la mayor manifestación de la derrota casi final del ser humano que aún somos. Derrota de ese diálogo amoroso entre sentimientos y conciencia pensante.

Y en la alienación de esta cápsula tripulada en sus comandos por unas pocas corporaciones sin banderas ni escrúpulos, somos dependientes de las órdenes del fondo monetario internacional y la cultura de los paraísos fiscales (unos pocos mercenarios del mundo financiero) y negamos que somos totalmente dependientes de la Pachamama (madre tierra).

Es tal la magnitud de esta interdependencia y su negación, que bailamos la fiesta del extractivismo como un éxito, como una salvación. Nos constituimos en zonas de sacrificio y exclusión (enorme porcentaje de pobreza cultural, educativa y de las necesidades básicas insatisfechas) para exportar todo y corromper hasta la propia dignidad de las ideologías que nos conformaron como nación.

En este vacío ideológico “Nacional y Popular” -como gravemente del Radicalismo de la superestructura, sin olvidar al Socialismo argentino-, se necesita urgentemente recuperar sus “sistemas de ideas relacionados con las acciones”, retomando el camino de construcción social y política de un “tercer movimiento histórico” nacional como lo esculpía y promovía Raúl Alfonsín.

El tercer movimiento que rescata los mayores valores y principios de la Unión Cívica Radical, el Socialismo y el Peronismo, en aquel sueño posible del preámbulo constitucional recitado por el presidente democrático, nos interpela provocando una revisión radical del sentido de nuestra Democracia, de los sentidos de vida de los movimientos políticos de las juventudes como de la diversidad de colectivos sociales. Aquellas comprometidas con los territorios y sus culturas, desde Ecologías Políticas expresadas por el ecosocialismo, el ecofeminismo, los movimientos indígenas, los colectivos asamblearios territorializados en la búsqueda de justicia ecosocial, que van entretejiendo sentido movimientista brindando la mística de vuelos convivenciales3 para las mayorías diversas que tanto lo necesitan.

La impermanecia política de los actuales candidatos, como de la vida de cada uno de nosotros, la impermanencia de la maldita grieta, como será también de la corrupción de las ideas y los dineros de los pueblos, nos permite, quizás nos posibilita, tomar conciencia de la gravedad de este cambio de época y la dignidad y lealtad de poner en la mesa del diálogo de saberes políticos, la crisis de civilización y el cómo transitar con más y más democracia participativa, salidas honorables, soberanas de nuestros territorios Abya yala.

Diálogos y ausencias

Nuestro contrato social mayor nos brinda este camino. “Con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina”.

La conversación política sobre la ética y ejercicio de la equidad intergeneracionales para sostener los reinos de vida de los que somos parte y totalmente dependientes, es la gran ausente en las propuestas políticas mayoritarias3 para las elecciones de octubre.

Sin un ejercicio comprometido del preámbulo constitucional, sin poner en valor y marcha las herramientas de la conversación política hacia la unidad nacional desde el respeto a la diversidad, no vamos a salir en esta escala nacional, de semejante crisis de civilización.

Las expresiones del candidato a la Presidencia Javier Milei sobre la libertad para la contaminación de los ríos desde la lógica de la mercantilización de un derecho humano “vital” existencial, son las únicas que de modo brutal ponen en el tapete de las propuestas la problemática de la gestión de las aguas. Sus declaraciones desnudan la responsabilidad por irresponsables de los unos y los otros en la falta de cuidado, aplicación y cumplimiento de las convenciones ambientales internacionales, la Constitución nacional y las provinciales que todo lo dicen, como las Leyes de presupuestos mínimos ambientales, los principios rectores de la política hídrica nacional, como la ley de adaptación al cambio climático, reitero, en todo lo que hace a la gestión democrática de las cuencas y sus ecosistemas asociados.

Nada han hecho, solo cambiarle el nombre al río en un grave proceso de artificialización, lo llaman hidrovía para los cerebros de los mercados concentrados y privados.

Finalmente, este mal ejemplo de la gestión de ríos, se entrelaza con el rizoma de “los ríos voladores” que nos llueven, que nos lloran, que acarician y llenan de vida nuestras selvas, montes, llanuras, cuencas.

Los gobiernos de Brasil y Colombia vienen liderando los inicios de un renovado acuerdo amazónico para lograr deforestación cero en el territorio que hace llover en el cono sur y nuestra tierra (Argentina).

Es el campeonato del mundo el que allí se juega, el de la continuidad de la vida en la tierra que amamos más al sur de amazonia. No tenemos selección nacional alguna en esa cancha de la diplomacia política por excelencia y aquí, un fundamentalista, con rasgos marcadamente totalitarios, convoca a privatizar la razón de ser de los reinos de vida y sus amores.

Como la palabra se encuentra amenazada (Ivonne Bordelois) y las aguas de los seres aún no nacidos también, rescatamos sabiduría mazateca -4- sobre los efectos de la palabra, del habla en el espacio habitado: “La palabra embellece, santifica. Cae como rayos donde se habla, penetra el lugar. Las palabras están haciendo su misión. Cuando la palabra es buena hace maravillas, y cuando la palabra es mala destruye: destruye no sé hasta donde alcanza a destruir, adentro en el fondo de la Madre Tierra…”

https://www.editoriallahendija.org.ar/autor/carlos-merenson/ Carlos Merenson. “El camino de la Transición. Del productivismo a la convivencialidad”. Y https://aadeaa.org/maldesarrollo/Maristella Svampa y Enrique Viale. “Maldesarollo. La Argentina del extractivismo y el despojo”.

Yuval Noah Harari, “Homo Deus”. Byulg-Chun Han, “La sociedad del cansancio” y “No cosa”.

https://www.electoral.gob.ar/nuevo/paginas/datos/plataformas_paso2023.php

Omar Felipe Girarldo, Ingrid Toro. “Afectividad ambiental”. Ed. Universidad Veracruzana y Ecosur. 2020, pág. 139.

https://aadeaa.org/maldesarrollo/

Maristella Svampa y Enrique Viale. “Maldesarollo. La Argentina del extractivismo y el despojo”.

 

(*) Jorge Oscar Daneri. Miembro Asociación Argentina de Abogadas/dos Ambientalistas y de la Unidad de Vinculación Ecologista de la Fundación La Hendija, Paraná.

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