Por Hernán Rausch (*)

Leyendo algunas noticias me he vuelto a encontrar con definiciones, sugerencias de grandes referentes, en este caso el principal de la Iglesia, nuestro Papa Francisco, que con efusiva y convencida actitud nos estimula y anima. En una de tantas oratorias llamó a “luchar contra la corrupción” y los abusos de poder. Manifestaba: “Hay que construir la justicia, hacer crecer la honestidad, la transparencia y reforzar las instituciones”. Así se expresó el Obispo de Roma, el que debe orientar y encaminar, el guía del rebaño a él confiado.

Transcurriendo todo este tiempo, pienso en mi historia, la de muchos compañeros del Seminario, junto a sus familias, que a pesar de todo seguimos perteneciendo al organismo católico, confiando aún en su doctrina, basada y fundamentada en el evangelio. Al parecer nada de lo expresado hace eco en su Institución.

El pasado Domingo de Ramos fue una palabra la que me hizo urgir con más decisión a escribir estas líneas, no sé si sirven, tal vez algunos crean sean inútiles, pero sé que manifiesta la molestia e indignación de muchos cristianos. Decía nuestro Papa, y digo “nuestro” en referencia a que soy miembro activo de la Iglesia, y también como patriota que lo es él, proclamaba “pedir la gracia del estupor”.

Definamos estupor: Asombro o sorpresa exagerada que impide a una persona hablar o reaccionar.

Quisiera un día y de una vez por toda al despertar una mañana, tener ese sentimiento, asombrarme al ver en las noticias, aunque sea una acción, una medida real respecto y sobre los abusos sexuales acaecidos, ya que definiciones, insinuación y hermosos discursos ya conocemos, quiero ver hechos, actuación sobre los curas pedófilos, pederastas. Sobradas pruebas existieron y existen para excusarse en los largos procesos que lleva adelante la Iglesia mediante el derecho canónico. Todo es tratar siempre de dilatar, minimizar y echar al olvido en las personas. Pero las personas de bien no olvidamos, queremos definición sobre los sacerdotes pederastas y además les cabe investigación a sus encubridores, qué, conociendo los sucesos, cargaron sobre nuestras espaldas los sufrimientos, a costa de su buena reputación, tal vez hasta hoy sostenidas, al poseer altos rangos y prestigio.

Estamos sintiendo hasta como una falta de respeto al bautizado, al creyente, auténtico cristiano, jugado, que confió, pero nos siguen burlando, abusando de la nobleza de la gente, con faltas de concreciones por encima de los abusos.

“Volver a comenzar desde el asombro”, manifestaba el Santo Padre. Así es, actúe para que la gente se sorprenda, sienta ese estupor y vuelva a incorporarse al rebaño, porque si usted no sabe, muchos también dejaron de seguirlo, no digo que no tenga seguidores, los tiene, pero el evangelio lo dice muy claro sobre el pastor: “… acaso dejando las 99 ovejas va en busca de la oveja perdida…”. No por voluntad propia se extravían y aleja la oveja, sino por el tibio y cómodo actuar del pastor, en este caso, al no presentar, sostener y ejecutar un plan para detener este flagelo del atropello con los niños, que espanta y ahuyenta. También la Argentina es rebaño, que no tiene color político, y usted, como ya dije en cartas anteriores, al parecer tiene más visión y misión política que pastoral.

Las cosas se amplían y multiplican y no hay respuestas, respuestas orales si, decorosas y sentidas, más remitirse a hechos concreto de reducciones a laicados y castigos, ninguna, al contrario, parece que perdón y beneficios son solo para el acusado, degenerado, al valiente sobreviviente, solo murmuración y censura.

Si usted reacciona con esa lentitud, lo único que genera es desconfianza, sospechando acomodos, intereses e influencias; ¿Por qué decirle sí a Dios?, si usted, al parecer puja para alejar a los fieles, con sus carencias, descuidos e incumplimientos en las precisiones, ante tanto dolor causado por aquellos que deberían ser ejemplo y velar por la rectitud.

Estupor causa también la falta de respuesta de la gente, no en general, de algunos católicos. Abusan y violan a nuestros chicos, mienten sobre esos temas, ocultan, pactan, y nadie dice nada, nadie se anima a decir ni contradecir a obispos, que directamente involucrados, siguen ejerciendo con total impunidad, comandando sus diócesis, bajo ese poder otorgado y al cual todos veneran.

No pido milagros, solo una Iglesia comprometida en lo moral y ético, renovada, claro que exhortada en el perdón, pero también en el escarmiento, como bien relata la biblia en unos de los últimos momentos de la vida de ese Jesús, cuando colgado de la cruz escucha el pedido  al “buen ladrón”, que no dejaba de ser  un delincuente  arrepentido, no solo en palabras, sino de corazón, y al pedir el paraíso, Dios se lo promete, pero al perdonarlo no lo libera de la pena, no lo desciende y lo envía, como envían curas a otros lugares o a Roma, en actitud de encubrir, el culpable paga con castigo. Ojo, no quiero muerte ni infierno a los responsables y acusados, queremos que se aplique las normas eclesiales que rezan en el código de derecho canónico, ante tan crueles acontecimientos y realidad.

Que se apliquen sin más demoras, celeridad a los tratamientos eclesiásticos, como así también en algunas sedes judiciales varadas.

Cumplan con acabados, deseamos ser sorprendidos con lo que tanto ustedes predican y se jactan. 

(*) Sobreviviente de Abuso Sexual Eclesiástico.