Ese hombre que nos hizo volver a creer en la política

Imagen ilustrativa

El expresidente vino a Paraná a resolver el conflicto docente ni bien asumió en 2003.

Por Sergio Elizar (*)

Néstor Kirchner fue, para mi generación y las que vinieron después, un desagravio a la política, una reivindicación a los ideales, a las convicciones y a la lucha. Fue un militante de toda la vida, un dirigente rebelde y audaz que emergió en la política nacional en uno de los momentos más críticos de la democracia argentina; un contexto signado por el fracaso, el descreimiento y el dolor; donde parecía que lo único que la política tenía para brindarle al pueblo era ajuste y represión.

En aquellos tiempos, con audacia, pragmatismo y las convicciones de quien está profundamente convencido de la necesidad de cambiarlo todo, Néstor Kirchner asumió la Presidencia de la Nación y nos propuso a los argentinos soñar un país distinto.

Lo que vino después lo conocemos todos: políticas de memoria, verdad y justicia, desendeudamiento, recuperación del empleo y la actividad productiva, cambio de los lineamientos en la política internacional, mejoras en el poder adquisitivo para trabajadores y jubilados.

Néstor no sólo sacó al país del infierno –como solía decir–, sino que también le devolvió el autoestima a los peronistas y al conjunto de los argentinos y las argentinas. Sus actos y gestualidades desde la Presidencia tuvieron un ímpetu reparador para todos los sectores que fueron marginados y agredidos por décadas de neoliberalismo, y de esa manera miles de argentinos y argentinas se reconciliaron con la política.

Conocerlo era una experiencia disruptiva en la militancia política. 

Lo conocí en aquel histórico 27 de mayo de 2003, cuando llegó a Paraná para reparar la situación de los docentes entrerrianos a quienes el gobierno de Sergio Montiel nos adeudaba tres meses de sueldo.

Ese acto sintetiza con gran claridad lo que era Néstor Kirchner como dirigente y su forma de concebir la política: no evitar los problemas, ir enfrentarlos y brindar soluciones para mejorar la vida de los trabajadores.

Cuenta Alberto Fernández que los problemas eran ajenos hasta que llegaban a sus oídos, entonces se convertían en propios.

Ese martes, Néstor escribió el primer capítulo de una historia de conquistas y reconocimiento de derechos solo comparable a la reparación histórica que tuvieron los gobiernos de Perón.

Recuerdo los días previos: el gobierno provincial nos adeudaba tres meses de sueldo, que además abonaba en bonos federales. La desidia de la Alianza nos había llevado a un conflicto que se volvió un callejón sin salida. Eran tiempos de desesperanza porque muchos docentes entrerrianos estaban al borde de la indigencia y miles de estudiantes no tenían clases.

La realidad es que antes de la asunción de Néstor no había existido ninguna conversación previa con su equipo. Desde la Ctera había buenas expectativas con la designación de Daniel Filmus por su trayectoria y compromiso, pero la dimensión del conflicto en nuestra provincia superaba cualquier vestigio de optimismo.

Por eso, el llamado de Marta Maffei, que era en ese momento Secretaria General de Ctera, diciéndonos que el Presidente quería venir a la provincia y destrabar el conflicto fue una enorme sorpresa.

Inmediatamente convocamos a un Congreso Extraordinario de Agmer, al mismo tiempo que nos confirmaban que el ministro Filmus estaba en camino a Paraná para negociar el acuerdo.

Cuando anunciamos en el Congreso Extraordinario que el gobierno nacional nos convocaba a negociar hubo sectores que se mostraron escépticos. Pero quienes conducíamos el sindicato veíamos en ese gesto del Presidente una señal de que las cosas habían cambiado.

Con esa expectativa nos encontramos con el ministro y confirmamos que efectivamente que el cambio estaba en marcha: el Presidente se comprometía a abonar la deuda del gobierno de Montiel en treinta días y en pesos. El Congreso aceptó el acuerdo.

Ese mismo día Néstor arribó a Paraná para empezar a cumplir el sueño que dos días antes nos había propuesto a los argentinos y argentinas, y miles de entrerrianos y entrerrianas volvían a las aulas. Nuestros gurises volverían a estar en igualdad de condiciones con los del resto del país, haciendo honor a eso de que el federalismo no se proclama, se hace.

La vida me dio el privilegio de ser partícipe de ese hecho extraordinario que definió lo que Néstor Kirchner fue para la Argentina: lo disruptivo, lo nuevo, la esperanza.

Algunos años después pudimos, de alguna manera, devolver esa decisión en el conflicto por la Resolución 125. Nos paramos claramente del lado del proyecto nacional y resistimos los embates de las patronales agropecuarias en la provincia, que era epicentro de las manifestaciones de la denominada “mesa de enlace”.

Hoy, desde distintos lugares, honramos su memoria y su legado; y en su historia de militancia encontramos la fuerza y la certeza de que un país distinto es posible, que se puede soñar y construir una Argentina igualitaria, justa y soberana.

Eso representa Néstor Kirchner.

Su legado es extraordinario porque nos hizo volver a creer en la política.

Su ejemplo es nuestro faro para volver a poner de pie al país, para tenderle una mano a quienes la están pasando mal y devolverles la dignidad y la esperanza.

Néstor vive en el pueblo, un pueblo que es agradecido, que no olvida y que necesita de la responsabilidad y la unidad de todos para volver a soñar.

(*) Presidente del bloque de concejales del Frente Creer Entre Ríos. Secretario General de CTA Entre Ríos. Ex Secretario General de Agmer.

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