Por Diego Dlugovitzky
(especial para ANÁLISIS)

Era la mañana del sábado, en marzo de 2016, cuando desde la Policía de la Provincia me llamaron para avisarme que habían detenido a la madrugada, a 4 personas, 3 hombres y una mujer, todos mayores de edad, en ocasión de haber realizado pintadas antisemitas en el Parque Berduc.

A la satisfacción por el accionar policial que logró detener a estas personas, vino la segunda parte de la noticia, las pintadas incluían una amenaza hacia mi persona.

En el día de hoy, la Justicia Federal pudo cerrar este ciclo, logrando imponer condenas de dos años para dos de los imputados, y de un año para los otros dos. En un juicio abreviado, las cuatro personas reconocieron los delitos de discriminación y de amenazas.

Estos tres años me tocó en primera persona tener el lugar de víctima. Un lugar que claramente uno nunca busca. Por eso hoy vivo este día con satisfacción. Satisfacción por ver las Instituciones funcionando, por ver cómo el accionar oportuno y prolijo de la Policía de Entre Ríos, junto a la Justicia Ordinaria en primer lugar y la Federal luego, han logrado llegar a una condena y una sentencia que serán ejemplo a todo el país.

En nuestra amada Argentina, discriminar, no es gratuito. Y ese debe ser un norte como sociedad, que incuso trasciende a cualquier grieta posible.

También como padre, tener la tranquilidad de mostrarle a mis hijos que quien actúa mal, quien viola la ley, tiene una condena y poder empezar a grabar en ellos del mismo modo que lo tengo grabado a fuego en mi cuerpo, que no le vamos a tener miedo a quienes amenazan desde el anonimato, que en nuestro país, nadie debe tolerar ser discriminado por religión, ideología, orientación sexual ni condición económica, porque nos hemos juramentado que los judíos, jamás volveremos a subir a los trenes hacia la muerte, y ese juramente es mucho más fuerte que el miedo. Lo hemos jurado y así será.