La política del agua al cuello

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Lluvias e inundaciones dejan al descubierto la carencia de políticas, la falta de previsión y la insuficiencia de infraestructura

Jorge Riani

Hubo obras millonarias en defensa contra las inundaciones en Entre Ríos. Pero cuando los gobiernos afrontaron con obras la amenaza que plantean los grandes ríos que surcan la provincia, las inundaciones llegaron por los arroyos desbordados. Cuatro personas murieron por estos furiosos cursos de agua que quedaron alejados de las acciones planeadas. Miles de entrerrianos secan sus días de angustia en centros de evacuados a la espera de que la naturaleza misma se lleve el agua que trajo. Una serie de consultas lanzadas por ANALISIS entre entendidos y conocedores, dan cuenta de que falta coordinación para abordar un plan de secado en Gualeguay, donde los motores de extracción con que se cuenta no alcanzan y los que se supone que existen no funcionaron adecuadamente. Tampoco hay políticas a mediano y largo plazo para resolver las deficiencias del sistema de desagüe en Paraná. Las inundaciones son un problema, pero se convierten en drama y tragedia cuando se repara que no hay embarcaderos para salvar la producción ganadera arrinconada sobre las islas y anegadizos, y que de los 27.000 kilómetros de camino sólo el 15 por ciento está transitable. Del cielo cayó en un par de días el agua que se espera para medio año. Mucho para una provincia con 7.700 cursos de aguas y donde la ausencia de políticas es una constante.

Que la naturaleza suele dar sus tres gritos violentos y dejar aturdidos y desorientados a los vulnerables mortales, es algo que la humanidad debería tener aprendido desde hace algunos miles de años. También alcanzaría con conocer que la tan preciada tierra bendecida por la naturaleza –suelos fértiles, ríos limpios y navegables, humedales prodigiosos– es el producto de las profundísimas modificaciones que se dieron en esta porción de planeta. Al fin y al cabo, este territorio hoy azotado por las aguas, no era otra cosa que mar cerrado mucho antes de que estemos aquí para lamentar inundaciones. Y el largo transitar del tiempo nos ha dejado como souvenir evocadores campos de conchillas en extensas zonas del territorio entrerriano. Luego advino el suelo firme.

Hoy, el suelo firme ya no parece tan firme y las barreras del mapa entre sólidos y líquidos se confunden dejando destrucción y muerte a su paso. En Entre Ríos las inundaciones vuelven con un negativo resultado y dejando a su paso la idea de que tampoco esta vez las cosas se hicieron como corresponde. Entonces, la palabra imprevisión es a la que primera que se echa mano para explicar lo inexplicable; para hablar sobre el saldo de lo no deseado.

En este espacio de territorio en el que interactúan ciudadanos bajo un ordenamiento social, todavía no nos hemos puesto de acuerdo –tan siquiera– en cuántos evacuados deja la inundación. Y queda la sensación de que los datos se inflan cuando se recurre al mostrador del poder real para pedir ayuda, y se contraen cuando hablamos entre nosotros.

Como quiera que sea, las inundaciones han dejado al descubierto un verdadero drama y una situación harto delicada en Entre Ríos: ciudades invadidas por el agua, campos convertidos en chiqueros acuosos y la destrucción magnífica de riquezas productivas. La depredación está a la orden del día, y la falta de políticas convierte el absurdo en algo natural, como lo es el hecho de que un funcionario muy libre de cuerpo hable de las consecuencias, como si relatara sucesos desde un lugar donde las responsabilidades quedan lejos.

Entre Ríos sufre sí el avance del agua, pero más sufre la falta de políticas y la grotesca deserción de los deberes de funcionarios, de la falta de política, de la falta de Estado y de la falta de ciudadanía que sepa qué pasa y qué se debe exigir.

Cuando Gualeguay quedó bajo el agua, la solidaridad no tardó en llegar, ni tampoco el anuncio de inversión de verdaderas fortunas públicas en obras de desagües pluviales. Un recorrido por el sitio del gobierno provincial permite ver la magnitud de obras que ahora se anuncian para sacar el agua. Tarde.

El departamento Gualeguay y su ciudad cabecera son unas de las más golpeadas por el avance de las despiadadas aguas. Ropa, alimento, remedios no faltan. Llegan muchos de esos víveres de la mano de una ministra mediática acompañada por atentos funcionarios anfitriones. Si embargo, lo que Gualeguay necesita es sacarse de encima el agua y entonces salta la carencia de bombas de extracción por el simple hecho de que no se ha coordinado adecuadamente. No existe una lista de propietarios que puedan poner a disposición los motores para absorber el líquido acumulado. Algo tan esencial no se ha hecho.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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