Luis María Serroels

Confirmando cuanto decíamos en esta columna en nuestra edición anterior respecto de la transferencia de culpas que ambos partidos mayoritarios se hacen para salvar la ropa y eludir responsabilidades, el mensaje anual a la Legislatura dirigido por el gobernador no fue por cierto una excepción.

La realidad de los actos de gobierno y su gravitación positiva o negativa no son alternativas que dependan de la simple voluntad de los funcionarios, de su libre apreciación ni de la consabida tendencia a autoadjetivar su tarea.

La mayor o menor correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace no surge de metodologías marquetineras sino de la capacidad de poder demostrar lo que se afirma. De hecho que un discurso -por más puntilloso y extenso que resulte- jamás podrá transformar los hechos ni modificar un estado de cosas palpables por la epidermis social.

Pero en ese mismo orden de cosas no es diferente la estrategia de cierta oposición que, a la hora de buscar adhesiones para ingresar en cada urna la mayor cantidad posible de boletas, no trepida en diseñar discursos que a poco de andar se chocan de bruces contra la historia, la verdadera, la que no se puede mutar artificialmente y en la que todos vamos quedando enredados.

Así como el reciente informe constitucional ante ambas cámaras efectuado por Jorge Pedro Busti puede ser objetado en determinados tramos, especialmente en cuanto no desaprovechó la ocasión para arremeter contra sus antecesores como vía excusatoria, no menos digno de reproche es el camino utilizado por el radicalismo porque su conformación metodológica y su contenido quedan expuestos a sufrir durísimas réplicas desde el cuerpo social.

¿Alguien duda de que la holgada victoria justicialista en noviembre de 2003 estuviera facilitada en gran porcentaje por la desastrosa gestión radical? ¿Puede haber algún ciudadano que en algún momento no haya desconfiado sobre los verdaderos propósitos que inspiraron aquella insólita respuesta de "voto por la negativa" con la que el diputado Félix Del Real salvó del juicio político a Sergio Alberto Montiel y de su eventual reemplazo por otra persona con otras ideas y un temperamento más conciliador? En tanto ello posibilitó que cumpla su labor hasta el final, con un previsible mayor deterioro de su gestión ya deshilachada que dejaría el mejor terreno para el PJ en términos electorales, ¿a quién pretendió favorecer el rebelde legislador?, ¿al mandatario o a quien aspiraba a sucederlo? Elemental, Watson...

Una simple apreciación básica indica que para los opositores a ese gobierno, un Montiel que terminara de desgastarse significaría tierra fértil para el triunfo peronista y proporcionalmente la imposibilidad de que su partido encuentre un mensaje seductor luego de una de las peores administraciones de nuestra historia política.

Precisamente revisando ese período -del cual muchos dirigentes no quieren hacerse cargo y cuyas falencias son sistemáticamente cargadas en la cuenta de los adversarios-, podemos extraer valiosas referencias.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)